17 de agosto de 2012

Inconformismo fútil

¿Qué es ser inconformista? ¿Ser feliz, tenerlo todo y no valorarlo? ¿Ser insaciable? ¿Querer siempre más?
¿Cuánta gente padece este trastorno? Justificarlo es una pérdida de tiempo, podemos tener mil motivos para autodenominarnos “incorformistas”, pero qué nos hace actuar como lo hacemos. Realmente es mejor frenar, pararse un segundo a mirar y darse cuenta de todo lo bueno que tienes. Vaya teoría de mierda. Yo me paro, miro, digo sí, ¡qué guay! y luego pienso: quiero más.
Puede ser una irrefrenable pretensión de abarcar todo, de probarlo todo… Un muy bien calado “carpe diem” eterno. Bien, paremos, no todo es blanco y negro. No hay que catar todo para saber si te gusta, no hay que vivir todo para sentirte vivo, valga la redundancia. Y es que estamos rodeados de acérrimos inconformistas, todos tenemos uno dentro, poco o más desarrollado, pero está ahí. La cuestión es cuándo y en qué situaciones es mejor sacarlo.

Veréis, no suelto un rollo, no es una divagación sobre la existencia humana, pero el otro día con un amigo, hice un resumen de lo que había sido de mi vida durante unos cuantos meses. Sí, eso de hacer balance, decirlo en voz alta y darte cuenta (siempre, siempre, siempre), que no estás en el punto exacto donde te gustaría, que hay muchas cosas que cambiarías y te levantas de una calurosa terraza de Madrid con la firme determinación de que el próximo lunes lo mandas todo a la mierda y te pones a vivir.
Lleno de positivismo infundado, lo que podemos llamar la emoción del momento, te sientes feliz, con un faro al que dirigirte. Pero esto es como todo, en frio y por la mañana todo se ve de otra manera, y esa manera siempre es más fea, la jodida. El caso es que a la mañana siguiente te das cuenta de que sí, ha sido una gran conversación, que sí que quieres hacer muchas cosas, pero la estabilidad nos ata y dejamos para el mes que viene cambiar un trocito de nuestra rutina, ¿por qué? Pues porque la osadía naufraga en el primer café de la mañana.
Con lo cual sí, somos inconformistas, todos queremos más, todos queremos cambiar algo, a todos nos atrae lo nuevo, esa magia hilarante que tiene la incertidumbre. Pero nadie salta, ninguno nos lanzamos, ¿quién quiere salir al frio mar estando tan agusto en nuestra pecera climatizada?
Y no lo llamo cinismo, ni cobardía, cada uno es como es. Pero desde aquí os digo: no os quejéis entonces, apechugad, que siempre puede ir peor y el gris puede ser más negro.
¡Disfrutad!

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