27 de noviembre de 2016

Crítica: Animales fantásticos y dónde encontrarlos, de David Yates. ¿J.K Rowling? ¿En serio?


¿Cómo explicar tamaña decepción? No tenía demasiadas expectativas, más que el entretenimiento y easter eggs potternianos. Pero no ha llegado, la trama hace aguas, los personajes no son nada creíbles y, lo peor de todo, las reglas que nos sabíamos, el mundo del que la señora Rawling nos había estado hablando, desaparecen a favor de los efectos especiales: no hay normas, no hay coherencia, no hay hilo argumental, solo rayitos. Tengo fundamento para todo, veréis...


Voy a enfatizar en que no me estoy poniendo exquisita. De hecho, voy a dividir la crítica en dos partes, una como historia y película independiente y otra como película dentro del universo de Harry Potter. Porque, si no hubiera respetado solo la segunda, aunque molestara, por lo menos habría tenido un pase como historia individual, pero no es el caso. 

¿Qué falla?
La exposición de los elementos. En los créditos, la película empieza con recortes de noticias, planteándonos una amenaza, un mago tenebroso que hace el mal. La primera escena es de magos, en un ambiente siniestro huyendo de algo. Y luego hay un salto. El desembarco del protagonista en Nueva York (Oh, América). Desde el minuto uno sabemos que en la maleta que lleva hay algo raro, bien. Pasea por Nueva York y llega a las escaleras de un banco, donde se nos presenta otro elemento: una fanática de una "religión" que pregona en contra de las brujas. Para llevar cinco minutos de metraje ya tenemos cuatro frentes abiertos: el mago tenebroso, que unos brujos huían de algo, la maleta del protagonista y una religión en contra de la magia. Demasiado.
Esto es solo un ejemplo. Me da la sensación de que han querido abarcar mucho, o que, peor aún, lo han concebido como una saga. Entonces en esta primera película solo pasamos por la superficie, entre No me interesa nada lo que me estás diciendo y Todo está tan forzado al máximo que no me  lo creo.
La exposición también falla porque hace de la casualidad su elemento, al servicio de la trama. Los personajes se cruzan porque sí, sin explicarte en ningún momento qué hacían ahí (lo sé, servir a la trama). Las motivaciones de estos no son creíbles, resultando incoherentes en muchos momentos. (Ejemplazo: Un político que llama rarito repetidas veces y ridiculiza al hijo de alguien que ha ido a ver a su padre —el político es adulto—).


Y es que la trama general no existe. ¿Cuál es la trama general y cuáles las subtramas? La una se mezcla con las otras. Si analizamos el texto, la trama general sería, o debería ser, el motivo que tiene el protagonista para viajar a Nueva York, o sea, algo relativo a los animales, y las subtramas: pues el misterio de Nueva York y el malo malísimo suelto. Pues esto no queda claro en ningún momento. No sigue una linealidad, un ritmo, una estructura narrativa. Las tramas van solapándose, sin profundizar demasiado en ninguna de ellas, es un dislate máximo. 



La presentación del mundo. Estamos en un nuevo universo, yo solo pido un poco de tranquilidad. En realidad todo deriva de la mala exposición, porque la manera de irnos dando la información es difusa. No tenemos claro en ningún momento las normas, cómo se rige ese nuevo universo, cómo funciona. Todo es un espectáculo de luz y color donde la narración es la menor de sus preocupaciones. 

Los personajes. Esto es un punto muy a parte. He mencionado la casualidad con la que se mueven, la falta de motivaciones, además de esto tengo que añadir y criticar cómo han incidido en la perpetuidad de los clichés, a saber: gordo gracioso; dos chicos, dos chicas, tienen que enamorarse; americanos diciendo que son los mejores y metiéndose con los británicos... Pero lo que más me ha molestado es lo desaprovechado que está Eddie Redmayne, parece que es Eddie Redmayne interpretando a Stephen Hawking (La teoría del todo) y a la vez a Newt. En fin. Él es un mago que le dan igual las normas, eso lo sabemos desde el principio, con la escena chistosilla del banco; bien, a él lo único que le preocupan son los animalitos (su ejército de Pokémon), pues, en vez de entrar en un discurso ecológico interesante, se queda en la superficialidad de esto, y en fragmentos de la película lo único que le importa son los animales, pero como se ha cruzado el mal por su camino, pues bueno, y ya está vestido de protagonista, ayuda al gobierno aunque éste perjudique tanto a los animales que tantísimo intenta cuidar. Se resume muy fácil: incoherencia. Personajes al servicio de la trama. Y eso solo es el protagonista, y ya nos explota en la cara: el resto es un desfile de personajes ramplones, actuando como un niño cree que actúan los adultos, sus reacciones, sus diálogos, son enlatados, no son naturales, a veces exagerados, pero sobre todo incomprensibles para ser los responsables del mundo mágico de todo un país. 
Y ya que hablo del protagonista, mención especial se merece la amenaza, el personaje malvado, que parece que se ha dejado guardada la inteligencia en un cajón. ¡Cómo puede exponerse así! Es incomprensible. Solo para dar ese giro dramático, teatral, de: Oh, Dios mío, es Johnny Depp.



Aquí tengo que incluir un destello morado. Hay un personaje, secundario, Queenie, interpretado por Alison Sudol, cuyo poder es leer la mente. Bien. La primera vez que aparece el "gordito", Dan Folger, la hace un repaso de arriba abajo con la mirada, todo muy disfrazado de comedia. Esto está mal, pero lo peor es cómo reacciona ella. Como lee la mente, todos nos podemos imaginar lo que piensa el personaje de Folger, ella contesta algo parecido a: Tranquilo, estoy acostumbrada a que todos los hombres piensen eso la primera vez que me ven. Y antes de que digáis "solo habrá pensado que es guapa", para darse cuenta de la belleza de alguien no hace falta repasarla con la mirada durante varios segundos como quien ve la mejor de las alfombras. Hay muchas cosas malas aquí, pero sobre todo que de la boca de ella salga normalizar y quitar importancia a este tipo de acciones. Es una palabra horrible, pero este es un ejemplo de cosificación máxima. Para que quede aún más claro, el repaso visual no está bien y no es halagador.


La mala exposición y los malos personajes van aderezados con humor fácil (no me vale que la película sea concebida para un público infantil, porque la franquicia Harry Potter tira de nostalgia, y quien llena las salas somos la generación que ha crecido con esta saga). El humor siempre es complicado, pero, al tratarse de una película familiar, tienes que intentar agradar a todo tu público, el infantil y el adulto. Pues no. Ya os digo que no. Prepararos para bromas de gordo que ni Benny Hill. Este humor fácil, como decía, va acompañado de un intento de convertir la cinta en algo siniestro, ¿cómo? Pues otra vez con derroche de luz y color. Se nota que esta película quería aprovechar al máximo el tirón y hay escenas concebidas solo en 3D, ya me diréis cómo de necesario es cuando el guion no se sostiene por ninguna parte, pero, oye, que los billetes entren por la chimenea, que las ventanas y las puertas están colapsadas. En fin, y esto analizándolo solo como historia individual. 

Ahora os voy a contar por qué esta película no tiene nada que ver con Harry Potter.

Considero que una de las cosas que hizo bien Rowling fue el universo: Cómo podíamos imaginarnos que mientras la vida muggle seguía su curso, la vida mágica lo hacía sin que nos diéramos cuenta. En casas escondidas entre otras casas, en sus propios autobuses, en ministerios a los que se entraba a través de una cabina, en callejones aparentemente inexistentes salvo que presionaras los ladrillos adecuados, o un andén al que accedías atravesando una pared. Todo estaba adaptado, era paralelo. Los muggles pocas veces eran conscientes de ese mundo mágico que estaba delante de sus narices, y ese misticismo era en parte la gracia. Bien.
Nada de esto existe en esta película. Aquí todo es obvio. Salvo el gobierno, que es una suerte de construcción como quien entra en las oficinas de Men in Black. La magia es visible, nada es sutil y misterioso. Y eso contrasta terriblemente con su intento de hacer algo más siniestro. Si es obvio no es siniestro, no hay atmósfera.


Otra de las cosas graciosas de Harry Potter es que, aunque los magos vivían en el mundo muggle, vivían también en paralelo y en su propio tiempo. No sabían cómo vestirse de muggles, lo hacían siguiendo otras modas, sus propias modas, no sabían camuflarse. 
Pues bien, en Animales Fantásticos todos van perfectamente ataviados conforme esos maravillosos años 20 en los que se ambientan. Todos, hasta un elfo doméstico mafioso con su camisa y chaleco, que ni Capone, oigan. Adiós ambientación. 


Todo esto son minucias comparado con lo que al mundo mágico se refiere. Si profundizamos en la trama, vemos que la protagonista femenina es una exauror, y es irrelevante por qué la han destituido, el caso es que, mientras que en Harry Potter nos han pintado que el ministerio tiene muchos departamentos que se encargan de cuidar la seguridad tanto de los magos como de los muggles, aquí desborda la irresponsabilidad. Solo nos presentan a dos mandamases: la presidenta, que es la homóloga al primer ministro, y el jefe de los aurores. No sabemos mucho más. El caso es que, por circunstancias, los protagonistas acaban ante ellos (ella trabaja para ellos) y, como dudan de Newt y creen que es el que está detrás de los ataques, los encarcelan (con cadenas no mágicas); a ella también, aunque trabaja allí. No entiendo nada. Sigo. Les interrogan y, a la primera de cambio, les mandan ejecutar. La sorpresa ya no cabe en mí.


En Harry Potter, la visión de Dumbledore nos sirvió para ver cómo trataban a los mortífagos; en ese momento había juicios, todo burocrático, serio. Aquí no. Aquí no hay normas. ¡No hay normas! Una persona sola puede mandar ejecutar a otras, y nadie se entera ni hace nada. Como si una peli de acción mala se tratara.


Lo de las reglas se extiende a la magia en general. Desde el principio vemos que hay varitas y que se teletransportan. Los hechizos no los pronuncian, salvo para hacer feliz a los fans, algún alohomora que otro. Pero la magia en las luchas es (adivinad) otro espectáculo de luz y color, rayos y más rayos. Eso cuando se acuerdan de usar las varitas, porque el auror puede hacer magia con las manos. Despropósito. 

Voy a ir concluyendo. Lo que más me molesta es que podían haberse limitado a crear una trama alrededor de las criaturas mágicas. Esto solo da nombre a la película, y no tiene nada de relevancia. Hubiese sido mucho más interesante que Newt, mientras cumplía su cometido, pues se hubiera enredado en alguna trama que tuviera que ver con las criaturas, tipo cazadores o coleccionistas, que los menciona de pasada. Pero no, han querido crear algo complejo, tocar muchos palos. Que si los antibrujas, que si los magos que se sienten superiores y ven que están por debajo de los no mágicos, que si los reprimidos con poderes crean fuerzas oscuras por no dejarlos fluir... Todo de manera superficial. Todo con mínimo interés. Parece una película de Harry Potter hecha por americanos, y no puedo entender que esté escrita por la misma persona que hizo la saga anterior. O nos han dado el cambiazo, o es muy mala escritora y Harry Potter le salió de chiripa. Cae en todos los fallos de lo que no se debe hacer, es un ejemplo absoluto de libro de texto.

Pero lo peor de todo es el regusto que te deja, muy de moda ahora. Parece que, si no piensas igual que "los buenos", mereces morir y ser encarcelado. No nos están inculcando una cultura de reflexión, de respetar las ideas del otro aunque sean contrarias. No. Si piensas diferente a mí eres mi enemigo, muere. 



En fin... esta ha sido mi humilde lectura de una saga que no voy a seguir viendo; el director, David Yates, aparece en IMDB con la previsión de cinco películas sobre esto, nueva franquicia, explotemos el producto de mala manera. Genial. Suerte con la mediocridad. Que os alimente. 

¡Juzga por ti mismo!

1 comentario:

  1. ¡Hola! Me ha gustado tu blog y ya tienes una nueva seguidora ;) Me quedo por aquí y espero que puedas pasarte por mi blog y quedarte.
    Nos leemos. Kisses ^^

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