17 de septiembre de 2017

Crítica: Narcos, 3º Temporada. O ¿por qué es una maravilla?


Con un ciclo cerrado, podía salir bien o podía salir muy mal, esas eran mis expectativas. El cartel de Cali era menos carismático que Pablo Escobar, o eso pensaba. Porque esta temporada está bien berraca.

Algo que tampoco esperaba es que siguieran el esquema documental, y no se alejaran ni un ápice de «los hechos reales». Esta temporada empieza con el cartel de Cali dueño absoluto del narcotráfico y el plan de Gilberto de entregarse en seis meses a las autoridades, para dejar el negocio. El primer capítulo es una fiesta, es donde aparecen todos los personajes en un mismo lugar; por supuesto, a todos no les parece bien que los padrinos dejen el negocio, y surgen fricciones.


No sé qué putas han hecho que desde el primer capítulo es una maravilla. Pasará a mis recuerdos televisivos ese baile de Pacho con su chico, que deja a todos boquiabiertos, esas gardenias. En pocos fotogramas nos pincelan los personajes y nos olvidamos por completo de Escobar, sucumbiendo al lujo y el bien hacer de los de Cali. En poco tiempo nos importan. Algo que no consiguieron en la primera temporada, por su tono explicativo y demasiado documental. En esta lo consiguen en dos capítulos, muchos frentes abiertos y los narcos, como personajes, muy bien definidos.

Como hay más narcos y más frentes, se profundiza menos en las vidas de los agentes. Incluso Peña cede el protagonismo. Y es que, si hay un claro protagonista esta temporada que provoca todos nuestros vuelcos en el corazón y que el estómago se nos cierre, ese es Jorge Salcedo, interpretado exquisitamente por Matías Varela.



El personaje de Jorge Salacedo —independientemente de que sea un personaje real— está bien por muchas cosas. Entre ellas, que nos da otra perspectiva de los narcos. Porque no es un hombre violento, o un sicario, ni es un narco, ni es un familiar, que han sido los roles que hemos visto hasta ahora. Él se encarga de la seguridad del cartel, y acaba como jefe de la misma por circunstancias. Es honrado, aunque desde el principio, por matices, sabemos que puede pelear por lo que haga falta. Es muy curioso cómo cambia su tono de voz dependiendo de con quién hable, algo muy sutil. Él es sutil en sí mismo (en serio, nominación Emmy, globo de oro, más que merecida).

Teniendo unos personajes —un elenco— muy dignos, y la historia real como base, lo que hace que sea una maravilla es el tratamiento que le dan, la estructura, el ritmo. Es redonda, te mantiene en vilo desde el capítulo cuatro que capturan a quien capturan. Desde ahí todo va a en aumento. No es una serie que dependa de los dos últimos capítulos. El desarrollo y el suspense te acompañan en toda la narración. Y eso es muy difícil. Nadie hace eso.

Sobre todo, porque no podían caer en la reiteración, no nos lo podían contar como la cacería a Pablo Escobar, por eso es tan importante el personaje de Jorge, su punto de vista es aire fresco, es un complemento a la lucha de Peña por atraparles.

Y Peña, qué hace Peña. Peña ha ascendido y dirige a los agentes Feistl y Van Ness —los Murphy y Peña de esta—, en los que apenas profundizamos. Peña, sin embargo, se enfrenta más que nunca a esa burocracia, esa impotencia ante la corrupción. E igual que en las anteriores, el agente de la CIA aparece solo para soltar un «te lo dije» bien amargo. Pero, oye, está estupendamente mostrado y reflejado. Y Peña sigue siendo Peña, con su naturaleza por la justicia. Y también conocemos a su padre. Desarrollan más al personaje en menos tiempo.


Hay varios puntos de inflexión durante la temporada; el no depender de tan solo uno hace que tenga el ritmazo que tiene. Y, como es habitual, los personajes que parecían extrasecundarios al principio son los que más la lían al final.

Mención especial a Javier Cámara y su encarnación del excéntrico y característico Guillermo Pallomari. Y otra para el villano de esta temporada, Arturo Castro, que hace de hijísimo de Miguel, David Rodriguez, que cada vez que entra en una habitación crea tensión. Porque se le puede ir la pinza en cualquier momento, esa mirada… En serio, casting, inmejorable.

¿Un pero? Pues los roles femeninos. En esta temporada tenemos tres. Una es la periodista, cliché máximo, aparece poco, pero es correcta. Otra es la Salazar, otro cliché, mujer de narco que se enamora de otro narco, de narco a narco. Se agradece que no haya escenas de sexo gratuitas, pero las apariciones de Andrea Londo, como María Salazar, son muy prescindibles. Mujer objeto. Y el tercero, el rol que más detesto, el de madre. Lo encarna la mujer de Jorge, Paola Salcedo, es el típico personaje que está ahí para hacer las cosas más difíciles a los de su alrededor. Ella tiene un marido responsable y razonable, se puede hablar con él; pues lo que han decidido los guionistas es hacerla detestable e irritante. ¿Para qué va a escuchar? Es mejor montar el drama y llevarse a las niñas… ¡Venga, hombre! Estas tres aparecen poco, pero son recurrentes, luego hay otras tres, pero es que son tan esporádicas... La mujer de Franklin sí es relevante para la trama, pero como detonante, no porque ella haga algo. Es un peón. La Barbie.
Entiendo que son narcos y que el papel femenino es inexistente, porque está basado en hechos reales, pero las tramas domésticas, donde tienen más libertad los guionistas, pues pueden currárselas más.

En fin, si alguien cree que después de la muerte de Pablo Escobar la esencia de la serie va a desaparecer… es todo lo contrario. La mejor temporada hasta la fecha. Nos vemos en Méjico, pendejos. 
¡Juzga por ti mismo!

1 comentario:

  1. Pues muy de acuerdo en casi todo. Una tercera temporada casi perfecta, convirtiendo a la serie en un thriller policiaco al mas puro estilo de Michael Mann.
    Con respecto a Jorge Salcedo (actor) yo no le veo esa interpretación tan magistral, me cuesta leerle, y en su caso, el menos ha sido menos. Inexpresivo en demasía.
    Con respecto a los roles femeninos, tu misma te contestas, es una serie de narcos, y las mujeres son lo que son Objetos.

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