No es moldeable
Bajo mis pies hay un vacío oscuro e infinito. Literalmente hablando, sólo tengo el frío suelo. Ese helor me traspasa y me recorre todo el cuerpo, independientemente de que fuera brille el sol. El corazón está en un grueso puño que no quiere soltar, lo quiere sólo para él. Estrujándolo y atenazándolo sin sentido. Falta un cartel que diga: “no es moldeable”.
Mi respiración toma otros derroteros. Está en una perfecta calma abisal. Imperturbable. Latente. Esperando, aguardando un cambio, un giro, un destello. Para acelerarse o detenerse eternamente. Qué drástico, nadie ha dicho lo contrario.
Mis manos están rebosando, es imposible acaparar más. No entra, hay demasiado. ¿Quién es práctico a la hora de elegir? Simplemente intento sostenerlo. Si voy despacio no se derramará nada, no se romperá. ¿Y ese afán por abarcarlo todo? Empeño, tozudez. La opresión es más fuerte, o más leve. La subjetividad también la sostengo. Me aferraré, ¿puede crecer más la espiral? Hasta que se derrumbe lo primero: el vacío oscuro, el frío, la opresión, la calma, la tenacidad o el corazón.
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