Reseña: El dios bajo la arena, de Ruymán Alonso.

Mundo postapocalíptico, un airecillo a Mad Max... Este bolsilibro es entretenimiento del bueno. 

Siempre defiendo que lo importante es cómo cuentas la historia. El dios bajo la arena puede que tenga elementos que ya hemos visto antes, pero Ruymán los usa como le apetece, y funcionan y te divierten y están bien, en su sitio. 

En un paisaje desértico la narración comienza con un grito que rompe la quietud. Un detonante para que nuestro protagonista se ponga en camino y se acerque a husmear. Y, por supuesto, hay una damisela en apuros —y medio desnuda— a la que se ve obligado moralmente a salvar. Aunque tenemos una escena clásica de historia de aventuras, luego evoluciona y se sale del tópico topiquísimo. 

El bolsilibro, de sesenta y cinco paginitas, está escrito en tercera persona, con el punto de vista bien cerquita de Greg Taylor. Ruymán emplea un lenguaje sencillo, sin renunciar a estructuras más complejas, quedando una narración compacta, fluida, con un aroma clásico. 

¿Se parece a Mad Max? Pues es inevitable que te lo recuerde. Desde la ambientación al sentido que tiene el mundo: con saqueadores, esclavistas y bichos pululando por las dunas. Con un mundo postapocalíptico, víctima de la radiación, las reminiscencias son forzosas. 

Los personajes son estándares. Héroe que no es tal y mujer fuerte e independiente, con un vínculo entre ellos que se va fraguando. Una tensión sexual no resuelta, vaya. Que ameniza y es entretenida, algo previsible, pero correcta. 

Además, como ya dije en El prisma irregular, estos bolsilibros están muy cuidados por dentro, con un diseño molón, son pequeñitos y bonitos.

Así que solo me queda recomendarlo. Una lectura perfecta para llevar en el transporte, te lo ventilas en nada, te sumerge, te entretiene y puede que haya continuación. Y, oye, son coleccionables. 

¡Juzga por ti mismo!