24 de julio de 2016

Crítica: The girlfriend Experience, 1º temporada. Sorpresita de buen gusto.


Lo erótico está de moda. Se lo «debemos» a E.L. James. Empecé esta serie sin ningún tipo de expectativa y me cautivó. Me ha cautivado hasta el final.


La elegancia y la mutabilidad está presente en cada episodio. Episodios cortos, además, que en su mayoría no llegan a media hora; algo que es bastante de agradecer porque parece que todas las series que no son comedia tienen que durar los 48 minutos reglamentarios.

La historia se centra en Christine, una estudiante de derecho y becaria de un prestigioso bufete de Chicago, que comienza su andadura como escort. La gracia de la serie es que mezcla las dos tramas aparentemente sin conexión, por un lado la del bufete —ella es ambiciosa así que intenta sacar información para ascender— y por otro la de su emergente profesión.

Podían haber salido muchas cosas mal con este argumento. Pero han sabido apelar a la sutileza y ha quedado una primera temporada muy decente.

Lo artístico tiene un marcado peso, Starz ha hecho bien sus deberes en este campo, y vemos tonos muy grises, los encuadres en los laterales no en el centro estándar, y las escenas sexuales sutiles, con mucho desenfoque o primer plano para que te imagines el resto del marco. Mucho gusto en la dirección de arte.


La idea, la trama, no es original, de hecho está basada en la película con el mismo nombre y mismo director que protagonizó la polifacética Sasha Grey. Y nos trae la manida cuestión y tratada de mil y una maneras: «¿quién tiene el control, la prostituta o el cliente?». En la primera parte de la temporada Christine es la que tiene el control, es una jefa. Hace lo que quiere cuando quiere mientras se hace rica por el camino. Insisto en que lo interesante de la historia, del personaje, está en cómo muta, cómo siendo becaria es casi invisible, poco atractiva… Y luego tiene la capacidad de convertirse en un la mujer más sexy del planeta en cuanto se suelta el pelo y se pone un vestido ajustado. Jugando con la feminidad como le da la gana.


En la segunda parte de la temporada, Christine va perdiendo el control. Ella es casi una maniática, podemos creernos fácilmente que tiene problemas para relacionarse «normalmente» con la gente. No es misantropía o sociopatía, por lo menos no es la justificación —aunque sí tiene rasgos antisociales—, simplemente no le resulta interesante, no le aporta nada escuchar la charla de su hermana, o de compañeros de facultad. Esto nos lo vamos suponiendo durante toda la temporada, y en un capítulo del final lo expresa ella con claridad: «No me gusta estar con gente, me parece una pérdida de tiempo y eso me agobia». Por eso intenta sacar beneficio, en este caso económico, de todos sus encuentros. O de prestigio laboral cuando se «amiga» de su jefe o su compañera. Todo lo que hace lo hace por algo. Y verla perder el control, poco a poco, porque si no explotaba la trama en algún punto no había serie que contar, pues es genial e intenso. Ver cómo empieza a actuar mal, se vuelve impulsiva…

Puro desarrollo del personaje sin casi diálogos, solo con la interpretación de lujo por parte de Riley Keough y en sus cortas apariciones de Paul Sparks (que ya me encantaba en Boardwalk Empire), con las escenas que deciden contarnos, con la atmósfera.

¿Entonces esta serie de qué va, es de sexo o es de abogados? Pues de ambas. Obviamente el sexo, o la visión de la protagonista del sexo, de esa transacción, es lo más relevante. Cómo va cambiando, cogiendo aún más confianza. El ritmo de la serie es perfección audiovisual. Ningún capítulo sobra, ningún minuto. Juegan con nosotros, son conscientes, es inteligente. Me encantó el capítulo cuatro, creo que es, que está con un cliente, un señor mayor, en su yate y parece que se ahoga, porque el dramatismo, los planos, parecen apuntar a que va a pasar algo malo, la tensión… pero no. Y luego nos sorprenden al final, en la ciudad, cuando nosotros estábamos cómodamente en el sillón, distraídos por otros acontecimientos. Juegan con lo predecible a su rollo. Y tiene mérito hacer esta serie ligera e interesante, profundizar en ambas tramas sin que quede gratuito, de relleno o descompensado. Narrativamente es intachable.


El sexo me encanta cómo lo han reflejado. Siempre que vemos este tipo de historias, van seguidas de un drama de la protagonista sobre su identidad, dudas sobre lo que hace, sentimiento de culpabilidad, suciedad… Aquí no hay nada de eso. La protagonista decide dedicarse a ello, ir cogiendo más clientes, es confiada y ambiciosa, como he dicho, en sus dos facetas laborales, y no hay dramas porque ella es absolutamente libre. Y eso es un gustazo verlo. Y el sexo en sí no es gratuito. No es una serie que, ya que el sexo vende siempre, se aproveche y sea un festival de escenas y desnudos. Me da la sensación de que las escenas más gráficas son relevantes, no hay ninguna porque sí, el sexo está más que integrado, no es un complemento de la trama. Y esto me lleva al último capítulo, que puede descolocar y que yo he interpretado como el reflejo de la profesionalización de Christine. Como: me ha pasado todo esto, cosas muy fuertes que han afectado tanto a mi vida personal como a mi alter ego, y yo sigo con más confianza y determinación.

De hecho, un punto muy interesante es el papel de la familia de la protagonista. Casi en el penúltimo capítulo. Ya sabemos que Christine es ambiciosa, es lista, es libre, pero también tiene familia. Una familia «normal» que solo quiere que acabe la carrera y se deje de gilipolleces. Algo que humaniza al personaje y lo hace aún más realista.

Es evidente que recomiendo esta serie, por la sutileza, por cómo desarrollan la trama y porque los capítulos son cortos.

¡Juzga por ti mismo!

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