Crítica: The good wife, sexta temporada. Más cambios.
La
tensión de los primeros capítulos venía de la mano de Cary, que le encerraban
en la cárcel. Esto creaba frustración como cualquier causa injusta, pero lo que
menos me ha gustado del planteamiento es que Alicia estuviera tan centrada en
su campaña que apenas estuvo ahí para defenderlo, lo hizo Diane. Digamos que ha
habido un giro argumental, si cuando se dividieron y se fueron del bufete
veíamos a Cary y a Alicia como los nuevos Will y Diane, porque lo hacían todo
juntos, se entendían, se complementaban, ahora en esta hay un enfriamiento en
su relación y un cambio que culmina al final de la temporada, donde hay una
división, no total, pero sí demasiado tangible. Y digo yo, ¿por qué? Quizás se
deba al contrato con el actor, cosas que escapan a la narrativa de la serie,
pero es cierto que Cary en esta tiene mucho menos protagonismo, menos
relevancia, menos caritas de suficiencia. Y lo peor es que cada vez que aparece, además de para lucir corbatas chulísimas, es para acompañar a Kalinda. ¡Ay,
Dios!
Nunca
me ha gustado el personaje de Kalinda, ese misterio injustificado, su pelo… Es
muy forzado. Pero la toleraba porque era útil, y también porque la competencia
que podría haber hecho Robin se quedó en nada cuando esta desapareció. ¡Esta
sí que desapareció! Kalinda en esta temporada es más insufrible que nunca, y mira
que en la cuarta se hizo tremendamente insoportable que nos metieran a su
«marido» así como con calzador. En esta… con los rumores que había de su marcha,
me estaba esperando que en cualquier momento le pegaran un tiro (como estaba
vinculada, más que vinculada, con Bishop, ese gran narcotraficante y mafioso),
pero no. Mi gozo en un pozo. Hemos tenido que aguantar a Kalinda hasta el
final. Después de tantos años comprendo que se merezca un episodio
conmemorativo, lo entiendo, pero… Su marcha parece de todo menos definitiva.
Que en esta temporada haga de recadera de Bishop, primero por intentar sacar
información para ayudar a Cary y luego porque… ¿ya estaba en deuda? No lo
entiendo muy bien. La verdad es que me da igual, mira, una cosa menos. Ya está.
La
política ha tenido más importancia en esta temporada que la abogacía. En la
primera parte resultó entretenido, pero tras el parón, las elecciones… se me ha
hecho repetitivo. He echado de menos esas primeras temporadas de Alicia
peleando en los juzgados a muerte. Aunque parece que la tendencia de la
próxima temporada, que la CBS ya ha confirmado para septiembre, es que retome esta esencia.
Si
hay algo que me gusta de la política en esta serie es Eli, es de mis personajes
favoritos, y en esta tampoco ha tenido tanto protagonismo como en las
anteriores. Alicia tuvo un jefe de campaña cañón con el que terminó flirteando, y desapareció sin que ella le echara en falta en ningún momento, ¡joder! ¿Por
qué estos agujeros? ¿Y, cuando tiene la crisis, no hubiera sido lo lógico que
volviera este personaje y se hubiera despedido de ella como Dios manda, después
de ayudarla? Hay cosas, de verdad, que nunca entenderé.
Todas
estas críticas parten de una calidad inquebrantable que saben mantener como
pocas series. Ese humor, esa inteligencia. Los personajes recurrentes que se
pasean en capítulos alternos. Y la aparición de personajes nuevos como Oliver
Platt, haciendo de un gran conservador y poniendo a prueba a Diane, ha sido un
pequeño lujo para esta temporada.
Y qué
decir del cliffhanger, no sé qué harán, me parece un globo sonda, una forma de
tantear al personal. Algo que podría ser definitivo, distinto y divertido, o
algo que resolverían en el primer capítulo de la séptima temporada después de
que Alicia le diga que no. Aunque a mí me gustaría que le dijera que sí. Es un
cambio, es muy listo, discreparían pero ganarían siempre, además él se la tiene
jurada a ¿Lockhart Lee Agos?
En
fin, veremos qué pasa. No me canso de recomendar esta serie, te engancha, es
cálida, divertida, inteligente y muy buena. ¿Ha quedado claro?
¡Juzga por ti mismo!
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