13 de abril de 2016

Reseña: Los dioses de Bal-Sagoth, de Robert E. Howard. Turlogh es mejor que Conan.


Vikingos, espada y brujería y puro Robert E. Howard. Siete relatos protagonizados directa o indirectamente por Turlogh el Negro, un personaje, un héroe, mejor que Conan. 


Después de un tiempo que ha pasado desde que me lo terminé, sigo pensando en lo redondo que es este libro, para haber sido escrito como relatos sueltos de diferentes publicaciones. 
Los dos primeros relatos son de lo mejorcito, al contarnos la misma batalla desde diferentes perspectivas, algo que ahora nos puede parecer normal, pero que no deja de ser original. Y lejos de parecer repetitivo, las dos perspectivas son complementarias. Es una gran forma de conocer a Turlogh el Negro. El resto sí que son aventuras más independientes que va corriendo nuestro héroe; algunas de las cuales Howard dejó inacabadas, provocando nuestro rechinar de dientes. Sin embargo, con el último relato, El túmulo en el promontorio, acaba casi donde empieza, a pesar de estar ambientado muchísimos años después, en una época moderna. Este relato cierra ese misticismo creado en el primero, con Odín, y lo traslada a la edad moderna causándote el mismo respeto y cerrándolo satisfactoriamente. Y qué queréis que os diga, al ser relatos, aunque sea con el mismo protagonista, pues me esperaba, eso, historias sueltas, no que estuviera tan bien hilado.

Pura espada y brujería. Si alguien tiene dudas sobre qué elementos tiene que haber en una historia Turlogh el Negro es un guerrero. Vale que se le va un poco el panchito y tiene así como oleadas de violencia, pero cada uno tenemos nuestras cosas. No es nada desproporcionado, es el elemento que le hace ser independiente y solitario.
de espada y brujería, este es un ejemplo perfecto. Además nos alejamos de la figura del bárbaro (que parece que no existe nada de este género que no lleve un bárbaro incluido). Pues aquí no.
La espada está clara: el hacha que siempre lleva en la mano dispuesta a usarla. La brujería aparece con sutileza. En los dos primeros es hechicería y misticismo, casi no tiene peso. Así repasando... El relato donde tiene más importancia la brujería es El hombre Oscuro, donde una figurilla cabrona pues se... ¡Lo leéis! Siempre digo que la gracia de la espada y brujería es que la magia, lo sobrenatural, es un elemento que solo es usado para hacer «cosas malas». Aquí se ve con claridad.

Voy a insistir un poquito más en que lo que hace las historias de Robert E. Howard guays, además de la originalidad (en su momento), es la forma en la que están escritas. Cada vez que digo que Robert E. Howard escribía muy bien, recibo expresiones de escepticismo o disconformidad. Yo, que tengo un criterio terrible. Este señor sabía ser poético cuando había que serlo. No se entretenía en largas descripciones, pero nos describía campos de batalla, islas y barcos a la perfección. Y dominaba las escenas de lucha sin convertirlas en complicadas coreografías. Lo que vuelve a este libro épico son las descripciones de lo mucho que supone para el héroe vencer a los vikingos, o lo difícil que se presenta un combate. Se rezuma honor y temeridad. Todo esto antes de la batalla. Luego las luchas son sencillas, Howard las soluciona en un par de intercambios de golpes. Así es como se tiene que hacer. 

Mi relato favorito (todos me gustan, en serio, ¡a mí!) es Los dioses de Bal-Sagoth, que da título al ejemplar y es la perfección hecha relato. Está bien, puedo dejar de exagerar. En Los dioses de Bal-Sagoth, Turlogh llega a una isla con su no-amigo Athelstane el sajón, personaje que ya habíamos conocido en otro relato como enemigo de Turlogh. Esta vez, después de una escena graciosa, deciden enfrentarse juntos, mano a mano, al peligro. Incluso es Athelstane quien pelea más. Se encuentran a una mujer que huye, y claro, se ven en la obligación moral de ayudarla retando al hechicero que somete y domina al pueblo del que ha huido. Entre peleas y brujerías, este relato me sorprendió por el desenlace, donde nuestro amigo Howard se ríe del tópico ese de salvar a la chica.
Lo que resalta en esta historia, y rezuma en todos los relatos que componen el libro, es el ritmo. Hay una fluidez narrativa propia de las publicaciones a las que iban destinados estos relatos, pero a la vez sin renunciar al equilibrio, ni acelerar en favor del desenlace como ocurre en muchos relatos. Howard con Turlogh domina el clímax y nos desliza hacia el final inevitable y siempre satisfactorio.

¿Lo peor? Pues que algunas historias están inacabadas, como La sombra del Huno, que pintaba genial. Pero, como Conan tuvo más éxito, pues Howard dejó a Turlogh de lado. Qué mal.



En esta edición, además, de todos los relatos de la saga de Turlogh, hay algunos interiores originales e ilustraciones chulas, chulas que enriquecen la lectura.

Es inevitable que lo compare. La narración de este Turlogh es mucho más consistente y serena; tiene más gusto y es más completa que muchas aventuras de Conan, aunque Turlogh lo escribiera antes del famoso bárbaro. Ya os digo, prefiero a Turlogh mil veces. Además, por si todavía dudas, cierras el libro y te dan ganas de liarte a espadazos, porque te deja bien arriba.

¡Juzga por ti mismo!

Podéis encontrar el libro por 10,45€ en La boutique de Zotique (enlace AQUÍ).

1 comentario:

  1. Si te gusta Howard, te recomiendo la lectura de las aventuras de Solomon Kane -para algunos, el mejor personaje del escritor- y el Rey Kull -el modelo directo para luego crear Conan-, ambas se pueden encontrar en el mercado en ediciones recientes.

    Un saludo y felicitaciones por el blog.

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