8 de septiembre de 2012

Más allá del deber


<<Relato erótico>>

- ¡Corre! Vamos, vamos, vamos. –Las balas silban a nuestro alrededor-. Si nos internamos más no podrán seguirnos.

No miro atrás, la vegetación es cada vez más espesa. Me concentro en el suelo para no tropezar y aguantar el ritmo de Jon. Los disparos van cesando. Sería una información valiosa para W.S. que en el bosque o en los espacios frondosos sus robots tienen dificultades para avanzar. El corazón me late desbocado. Me obligo a continuar. Cuanto más nos alejemos mayor será el perímetro que tengan que cubrir para encontrarnos.


- Descansemos un minuto, no quiero que te desmayes de agotamiento –dice Jon apoyándose en un árbol sin soltar su escopeta táctica.
- ¿Qué me desmaye yo o tú? –digo intentando bromear.
- No estás muy afectada para ser perseguida por todo un ejército de robot con órdenes de disparar. 
- Sabía que este día llegaría –digo dejándome caer a los pies de un árbol cercano al de Jon-, por eso te contraté.
- Aún así, te lo estás tomando demasiado b…
- Venga, sigamos –le interrumpo.

Nos abrimos paso a buen ritmo, sin parar, sin mirar atrás. Jon me da una linterna, está anocheciendo y la visión cada vez es más reducida. 

- Deberíamos guarecernos en algún sitio. –Ve mi cara de duda y continúa-. Por la noche ellos nos sacan ventaja, ven y oyen mejor, nos podrían rodear sin que nos diésemos cuenta.
- ¿Qué propones?
- Esta es zona de granjas, si nos alejamos de la espesura quizás encontremos alguna construcción donde descansar unas horas hasta que amanezca.
- En un claro seremos un blanco fácil.
- Nos superan en número, si seguimos andando por el bosque sin una ruta fija no veremos amanecer.

Me veo obligada a darle la razón, el cansancio y la oscuridad no son un buen aliado. Sin embargo, esconderme en una casa no es una idea que me guste demasiado.

- ¿Por qué no acampamos aquí? –sugiero, aferrándome a la única baza que me queda.
- Rachel, son máquinas, no piensan sólo ejecutan. Si nos hemos ido por el bosque nos buscarán toda la noche por aquí, es cuestión de tiempo que nos encuentren.
- Recuerda que a esas máquinas, como tú dices, las lidera un hombre. Y no creo que tarde demasiado, si no lo ha hecho ya, en contar también con las granjas.
- Mira –me arrincona contra un árbol y me sostiene el hombro derecho con su mano libre-, me contrataste para mantenerte con vida y eso es lo que pienso hacer. Así que deja que haga mi trabajo.

Le miro fijamente, es tan testarudo como yo, lo noto en su mirada. No tengo argumentos sólo una sensación, con lo cual no puedo rebatirle su propuesta. Finalmente asiento, y nos encaminamos hacia el claro más próximo. 
Cuando llegamos a las lindes del bosque la noche cae severa sobre nosotros. A cada paso que doy me parece mejor idea busca un lugar donde pasar la noche, y es que aún con la linterna en la mano tengo que dedicar toda mi atención a no tropezarme con ninguna raíz. Jon, por su parte, camina con extremada ligereza, acción que contrasta con su aspecto; ya que sus botas militares y su arma no se asocian con facilidad con alguien ágil y sigiloso, más bien con alguien letal que no dudará en disparar. 

No demasiado lejos vemos una casa y un establo. Jon hace un gesto que yo interpreto como: “Ése es el sitio”. Mirando a todos lados corremos medio agachados por el descampado. Nunca me había sentido tan expuesta en un espacio abierto como me siento ahora. Llegamos a la pared izquierda de la casa y Jon se asoma cautelosamente.

- Las luces están apagadas, pero seguro que esta casa es de alguien. –Se agacha y me coge del brazo-. Mejor lo intentamos en el establo. –Abro los ojos ante la sorpresa-. ¡Venga! No seas remilgada.

Jon abre con cuidado el gran portón. Está ligeramente iluminado, lo suficiente para ver que sus ocupantes son mansas vacas con sus terneros. Jon señala la escalera de madera que lleva al piso superior. Los animales están durmiendo, con lo cual nos abrimos paso sigilosamente.

- ¡Qué rural! –digo irónicamente sentándome en un montón de paja.
Jon se asoma por la ventana, vigilante.
- Parece tranquilo. Aquí estaremos bien –dice acomodándose pero manteniendo cerca su arma. 
- No he oído ninguno hasta ahora, pero las vacas confundirán nuestro calor corporal si nos sobrevuela un helicóptero. 
- ¿Crees que harán tanto despliegue de medios? –me pregunta seriamente.
- No lo sé, no sé cuánta relevancia otorgan a la información que tengo. Que, por si lo preguntas, no es mucha y es mejor que no la sepas.
- Quizás sólo esperan que te alejes de la ciudad y controlar tus contactos…
- ¡Ja! Por eso nos perseguía un ejército de robots bien armados, ¿no? –Apoyo la cabeza en la pared del pajar.
- Sólo quiero animarte, no nos sirve de nada lamentarnos…
- No me vengas con esas, no me lamento. Especulo. Y me imagino cómo sería de distinta mi vida si no hubiera entrado en W.S.
- Eso tampoco sirve para nada –dice tajante.

Nos quedamos unos minutos callados. Ahora que podíamos dormir, ninguno de los dos es capaz. Jon está concentrado limpiando la escopeta táctica.

- ¿Cómo sabías que había granjas por aquí? –pregunto.
- Cuando me dijiste que es posible que saliésemos precipitadamente de la ciudad, elaboré posibles rutas y posibles refugios.
- O sea, que cuando abandonamos el coche en la carretera, era un punto aproximado en tu mapa de huida, ¿no?
- Sí. –Eso me hace sentir más segura a su lado-. La clave era llegar a los límites del bosque. No tenía ninguna cruz en mi cabeza, pero al ver que nos seguían tantos…
- Gracias –digo estirándome para acariciarle la pierna.
- Por eso estoy aquí –contesta bajando la voz y apoyando su fuerte mano en la mía.

Creo que se me están juntando las emociones de todo un día de adrenalina y me obligo a apartar la vista y a cambiar de tema.

- ¿En qué parte de la ciudad vives? –Ahora que sale de mi boca, me doy cuenta de lo tonta que suena la pregunta. Él me mira divertido alzando una ceja.
- ¿Por qué? ¿Va a venir a verme, señorita? –Sonríe de medio lado.

Bajo la vista sin replica a su broma y me castigo por ser incapaz de crear una conversación sólida.

- ¿Estás bien? –me pregunta Jon, malinterpretando mi silencio.
- Sí… -Levanto la vista y le miro, está levemente inclinado hacia mí, pero al estar los dos sentados en el suelo, en un espacio reducido, significa que está muy cerca.
- No quiero que te preocupes, saldremos de esta, ya lo verás. –Sonrío. Yo preocupándome por las normas sociales y él por mi supervivencia. Suelto una pequeña carcajada.
- Si es que no es eso –le miro riéndome-, ya sé que saldremos vivos. –Él alza las cejas sorprendido-, es que… soy incapaz de tener una conversación contigo. –Me muerdo el labio y bajo la cabeza.
- ¿Ah, no? –Ahora es él el que sonríe-. ¿Y por qué crees que es?

Cuando voy a contestar atrae mi cabeza a la suya y me besa. Su barba incipiente me araña la cara y la pasión me hormiguea el estómago. No puedo resistirme y le rodeo el cuello con los brazos. Se separa ligeramente y me mira entre divertido y sorprendido.

- Esto no estaba en el contrato –me dice sin apartar sus manos de mi espalda.
- Oh, es verdad. Además es un granero, mejor que lo dejemos… –bromeo haciendo amago de separarme de él.

Me agarra fuertemente para evitarlo después de soltar una carcajada y, con una delicadeza por la que no había apostado, me tumba en el suelo de ese pajar. Sin dejar de besarle le quito la camiseta negra que lleva, dejando al descubierto un torso moreno y musculado. La promesa del placer me envuelve y ruedo sobre él hasta colocarme encima para admirarle mejor. Desde que lo vi en aquel bar cerca de mi trabajo cuando le llamé para contratar sus servicios, me había parecido un hombre atractivo. Es más una sensación que algo estético. Aun con traje cuando nos conocimos, supe que debajo había un hombre fuerte y rudo. Lejísimos de los compañeros de trabajo y de cama a los que estaba acostumbrada. Vuelvo al presente y me doy cuenta que mis manos fluyen independientes a mi cabeza, ya que no paro de tocarle como si lo necesitara para saber que sigue siendo real. Le desabrocho el cinturón y los pantalones beiges que lleva, y veo perfectamente el resultado de que mis manos fluyan descontroladamente. 

Le miro fijamente desde arriba y sonrío divertida por la velocidad con la que se ha excitado. A lo que responde incorporándose, besándome consistentemente y tumbándome de nuevo debajo de él. Me desabrocha con gran habilidad la blusa y me quita los vaqueros. Le agarro la cabeza y hago que me vuelva a besar. Me encanta la textura del pelo rapado en mis manos.

- Ves, esto hubiese sido más incómodo en el bosque –me susurra en el oído.

Me besa hasta llegar a mis pechos, me desabrocha el sujetador y los acaricia suavemente. Sus manos son ásperas pero su tacto no es, en absoluto, desagradable. Lo compruebo mejor cuando entra en mí con su mano. Ahora es él quien tiene una sonrisa de suficiencia, porque soy yo la que está muy húmeda sin que apenas me haya tocado aún. Me tomo mi pequeña venganza acariciándole lentamente, arriba y abajo. Nuestras respiraciones de aceleran y van tomando temperatura. Gemimos levemente en cada alteración del ritmo. Me propongo aguantar en este pulso placentero en el que estamos sumidos. Pero mi naturaleza demuestra ser mucho más débil que la suya, será por su entrenamiento quiero pensar. Me sorprendo entre jadeos, casi gritando que estoy lista y que quiero más. 

Él sonríe, también algo aliviado, pero se siente vencedor y se hace de rogar, besándome y susurrándome cosas que en mis circunstancias ya ni quiero oír. Me penetra intensamente al mismo tiempo que me acaricia con una mano y me sujeta el pelo con la otra, sin tirarme, o tirándome, ya sólo le siento a él dentro de mí. No puedo evitar gritar y automáticamente él me tapa la boca, regulando un poco el ritmo. Una vaca muge. Esto es surrealista y todo deja de tener nitidez para mí. Jon no deja que me abandone aún, me coge y me sienta encima de él. Intento moverme pero ya soy completamente arrítmica, dejo nuevamente que lleve él la batuta y me agarro a su fuerte cuello. La explosión no tarda en venir y me quedo abrazada a él sin poder mover ni un solo músculo. 

Me acaricia la cara dulcemente, abro los ojos y me doy cuenta que estamos tumbados y me tiene cogida entre sus musculosos brazos.

- No vale reírse –le advierto, acomodándome en su pecho.
- No pensaba hacerlo. –Me mira con ternura.

Ahora no pienso preocuparme por nada, ni por mi seguridad, ni por mis sentimientos, ni por un posible enamoramiento… decido que lo mejor que puedo hacer es cerrar los ojos, y en un segundo me quedo dormida sintiéndome más a salvo en ese sucio granero que en toda mi vida. 


El cacareo de un gallo a lo lejos me despierta, abro los ojos y veo que Jon me ha echado encima su camiseta. Me incorporo y le encuentro en la ventana observando, está amaneciendo. 

- ¿No has dormido? –le pregunto extrañada.
- Unas horas, pero alguien tiene que estar de guardia y tú necesitabas dormir. –Alza la ceja.
- ¿Y tú, no necesitas dormir? ¿También eres un robot? –bromeo, dejando escapar un bostezo.
- Cariño, eso no te lo haría un robot. –Los dos soltamos una carcajada.

Se acerca a mí, obviamente lleva el torso desnudo y no puedo evitar estremecerme de nuevo. Algo nota en mi mirada porque me besa en la frente y me sostiene la barbilla cuando dice:
- Me temo que no tenemos tiempo para esto, señorita. Debemos irnos cuanto antes. –Asiento-. Aun me parece un milagro que hayamos pasado una noche tan tranquila. 
- De acuerdo voy a vestirme. –Le tiendo su camiseta y él vuelve a su posición en la ventana.
Me pongo los vaqueros y el sujetador con relativa agilidad, desde luego el sueño ha sido reparador. 
- ¿Cómo llegaste a ser guardaespaldas? –pregunto.
- No soy estrictamente un guardaespaldas –contesta sin apartar la vista del exterior y sujetando fuertemente su escopeta-. Me dedico a la seguridad, eso es evidente. Porque tal como están las cosas en la ciudad… Además, ya sabes lo que dicen de la policía. A parte de no dar abasto tienen todo el tema de la corrupción y esas mierdas… Yo sólo quiero ayudar a quien lo necesite, y si lo tengo que hacer solo, lo hago.
- Eso te honra. –Me termino de abotonar la blusa y me pongo los zapatos.

Antes de abrocharme los zapatos oigo un disparo y me echo instintivamente al suelo. Pero el ruido no se repite. Después de unos segundos de tensión me permito alzar la cabeza y mis ojos se llenan de lágrimas. Jon está muerto en el suelo de este granero, un agujero de bala le ha atravesado la frente. No encuentro su escopeta por ningún sitio, pienso que se habrá caído fuera del pajar cuando le han disparado, pero no me atrevo a asomarme. No si hay alguien fuera con tan buena puntería. 

- Levanta. –Una voz de mujer interrumpe mis aglomerados pensamientos.

Alzo la vista y veo una mujer con el pelo rubio al viento, de pie en el borde de la ventana donde hace unos minutos estaba Jon. La miro con ira ciega, pero no tengo nada con qué defenderme, mi escudo era él.

- ¡Levanta! –Su voz es autoritaria-. Tenemos que irnos.
- ¿No vas a matarme? –pregunto sorprendida poniéndome de pie.
- Tengo otras órdenes, y las tuyas son obedecerme si no quieres morir. 

(Publicado en el Nº4 de Ánima Barda)

0 comentarios:

Publicar un comentario

Copyright © 2014 No me gustan los números