9 de noviembre de 2012

Manos entrelazadas

<<Microrrelato>>

Me acurruco más sobre su pecho, ¿es posible tanta familiaridad? Le acaricio y le observo. Y aquí, así, se detiene el mundo. No existe nada más, no importa nada más. Sólo estas cuatro paredes, sólo esta cama, sólo nuestras manos entrelazadas.


La moral y la razón están tiradas junto al resto de nuestra ropa. No me hacían falta, ahora tampoco. Ya lo recogeré luego, pesan demasiado. Nos atravesamos con la mirada, calándonos el uno en el otro, mirando más allá, poseyéndonos. Sin saber, o sin poder apreciar, que ya hay algo permanente en mí de él, y en él de mí. Algo sólo nuestro. Algo que nadie puede intentar entender porque no lo conseguiría.

Cierro los ojos y me vuelvo a apoyar, nuestras respiraciones están tranquilas. Dulcemente rítmicas ahora. La calma después de la tempestad.

Y aquí, juntos, perfectamente entrelazados, huelgan las palabras, los matices, las circunstancias… Sobra todo. Menos su cuerpo y el mio, menos su mirada en la mía, menos sus labios con los míos.
Y de qué sirve andarse con mañanas y con futuros imposibles. Esto es real, esto es hoy. Es nuestro.

Le acaricio el pecho con la mano y con los labios. Sin interrogantes, sin etiquetas, sin dudas, sin miedos… Desnudos de alma y de cuerpo. Cómplices, secuaces, amantes de un único sentimiento: la felicidad compartida. La tuya y la mía.

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