Verde Eléctrico
<<Relato erótico-Ciencia Ficción>>
Estaba parada en el semáforo. “Cuantas más ganas tienes de llegar a casa, más tarda en ponerse en verde”, pensé. Me miré en el retrovisor retocándome el pelo. Llevaba las ventanillas subidas. Fuera ya hacía frío. La noche había caído algunas horas antes sobre el asfalto, sólo las farolas impedían que el negro inundara todo. El muñeco empezó a parpadear. Pisé el embrague y metí la primera. Lo empecé a soltar cuando la puerta del copiloto se abrió y se cerró con la misma velocidad. La diferencia es que había alguien recostado en el asiento. Me quedé unos segundos paralizada. No sabía cómo reaccionar. La razón se impuso finalmente.
- ¿Qué coño haces? ¡Sal de mi coche! -le grité al desconocido.
- Por favor, arranque, ellos me están buscando…
- ¿Qué dices? ¿qué ellos? -pregunté.
Parece que la razón como llegó se fue, porque me quedé pegada a esos ojos suplicantes que me pedían que confiara en ellos. Arranqué. El desconocido se sentía realmente nervioso. No paraba de mirar hacia atrás, buscando a sus perseguidores, supuse.
- Nadie viene detrás, ¿dónde quieres que te deje? -pregunté, confiando en que no sacara un cuchillo y me convirtiera en la enésima chica muerta de una serie de asesinatos perpetrados a chicas solitarias y confiadas en su coche.
- No tengo a donde a ir, ellos me encontrarán. Si pudiera… su casa… -dudó. No era para menos. Un completo desconocido quería ir a mi casa.
- ¿Quiénes son ellos?, ¿de qué estás huyendo? -le pregunté. Sabía que no debía fiarme, pero había algo en él que hacía que lo creyera.
- Es una larga historia. La prometo que no la haré daño. Sólo déjeme quedarme en su casa, sólo esta noche. Mañana por la mañana ya no estaré.
- Pero… -le miré. Tenía los ojos de un verde eléctrico, quizás fueran lentillas.
Me sorprendí a mí misma pensando en sus ojos en vez de preocuparme por si era, o no, una amenaza. A lo mejor era un ladrón o algo peor… Volví a mirarle, estaba tocándose el brazo derecho. Debió sentir mi mirada porque se giró.
- Por favor -suplicó.
Asentí. Justo a tiempo di un volantazo para esquivar el coche que venía de frente. Parecía que no había visto nunca unos ojos verdes.
Llegamos en diez minutos. Dejé mis cosas en el mueble de la entrada al mismo tiempo que le invitaba a pasar. Mi casa no era muy grande, al vivir sola me correspondía una con sólo un dormitorio. Cogí una lata de cerveza de la nevera y me senté en sofá. Le hice un gesto al desconocido para que me imitara. No sabía muy bien qué decirle. Las dudas navegaban en mi cabeza sin destino.
- ¿Me vas a decir de qué estás huyendo? –me atreví a preguntar.
- Cuanto menos sepa mejor –alcé las cejas-. Mire, no pretendo ser enigmático, pero no quiero meterla en líos. Suficiente ha hecho trayéndome a su casa.
Me había descolocado completamente. Sin conocerme parecía que le preocupaba. Aunque claro yo le estoy ocultando, era normal que quisiera ser agradable.
- Tutéame, por favor. A propósito, no me has dicho tu nombre –caí en la cuenta.- Yo soy Ana –le tendí la mano.
- J.M. –Me la estrechó. Su tacto era suave pero firme.
- ¿Quieres tomar algo? –le ofrecí levantándome y yendo a la cocina.
No estaba segura si lo que hacía era una locura o civismo puro, pero J.M. me transmitía seguridad, confianza… Era realmente extraño, digno de una novela romántica, un cliché. J.M. había declinado mi oferta y ahora estaba sentada en la mesa, cenando lo primero que había encontrado en la nevera, con el desconocido enfrente observándome detenidamente. Me sentía ligeramente incómoda, pero a la vez tenía la sensación de que no me estaba juzgando que era pura curiosidad.
- ¿Vives sola? –me preguntó
- Sí –dije después de tragar.
- ¿Por qué?
- ¡¿Por qué?! –repetí.- Pues… porque quiero, supongo –su pregunta me había pillado totalmente desprevenida. ¿Me querrá sacar información para llamar a sus secuaces y robarme?
- ¿Y por qué quieres estar sola? ¿No te gusta la compañía? –deseché la idea anterior, sus preguntas estaban inundadas de ingenuidad.
- Sí, me gusta. Pero no he encontrado a nadie que quiera vivir conmigo. –Le di un mordisco a la manzana-. ¿Seguro que no quieres comer nada?
- No… -dudó- No entiendo porqué nadie quiere vivir contigo, eres amable –dijo cargado de razones.
- Sí, pero quizás no les baste sólo con eso –contesté. Me resultaba un poco rara la conversación, como no vi maldad en él, decidí seguirle el juego. De perdidos al río-. ¿Nos sentamos en el sofá?
Había terminado de cenar, así que nos sentamos en el saloncito. Parecía que J.M. tenía ganas de hablar, y a mí no me sentaría mal charlar un poco. Me preguntó a qué me dedicaba, le expliqué todo lo concerniente a mi jornada laboral, qué hacía, cómo… Le hablé de mis compañeros y de mi jefa. Enlacé con la historia de mi familia, ya prácticamente inexistente. En definitiva, le conté toda mi vida a ese desconocido que me miraba con tanto interés. Supongo que es más fácil hablar con gente que no conoces, que no tiene una idea predeterminada sobre ti, sin prejuicios, sólo tu verdad… Sus ojos verdes no se apartaban de los míos ni un segundo, y llegué hasta imaginarme cómo sería yacer con él.
Realmente había perdido la cabeza: acojo a un completo desconocido en mi casa, le cuento mi vida en verso y ahora pensaba cómo sería acostarme con él… Lo mío era absolutamente patológico. Supongo que sería una de las muchas consecuencias de ser una soltera con un horario laboral extralargo.
- ¿Qué piensas? –me preguntó. Claro, me había callado, así que le resultaría raro.
- Nada, que soy una idiota… Te estoy aburriendo –aparté la mirada, estaba avergonzada por pensar como una adolescente.
- No eres idiota, eres preciosa –dijo, acariciándome la mejilla con el dorso de su mano.
- No… -me aparté incómoda- no te conozco –conseguí articular, me estaba poniendo muy…nerviosa.
- Confía en mí –dijo, recuperando el hueco que había creado yo y cogiéndome la mano derecha.
Le miré. Sus ojos irradiaban luz, y deseo, o quizás eso me lo estuviera imaginando. Entrelacé mis dedos con los suyos. ¿Por qué me inspiraba tanta familiaridad? Me gustaba, me gustaba mucho. ¿Cómo podía gustarme alguien que no conocía y del que no sabía nada? Yo no era de esas que creía en la química. Comprendo que para estar con alguien te tiene que resultar atractivo, pero eso no es química es atracción. Además, atracción salvaje. Lo disfrazan de química para distanciarse de los animales, pero realmente somos como ellos. Respondemos a nuestras necesidades. Decidí ser sincera, por el mismo motivo por el que le había contado mi vida, porque no le conocía. Porque él no esperaba nada de mí.
- Tengo miedo, no me van los rollos de una noche. Además tú tienes pintado en la cara que me darás problemas, y yo… estoy cansada, tengo treinta y cuatro años y ya…
- ¡Olvídate de eso ahora! –me cogió la cara entre sus manos- Se que te gusto, deja que te haga feliz. Esta noche, al menos. –Enarqué las cejas- Te mereces ser feliz, eres una buena persona, puedo sentirlo.
Le miré fijamente intentando descifrar si era un cuento para llevar a las chicas ingenuas como yo a la cama. Pero no vi ningún rastro de duda, creía firmemente lo que decía. Le seguí mirando fijamente y, aunque no respondí, supe que me había convencido. ¡Qué le vamos a hacer! Una es así de fácil, y de débil.
- No me conoces… -dije por fin.
- Pues déjame hacerlo –y me besó.
Su lengua recorrió mi boca despacio, sin resultar intrusiva. Me agarré a su cuello y le besé más vívidamente. Su mano se deslizó poco a poco por todo mi cuerpo. Le acaricié su brazo, que tenía realmente duro. Me sorprendió porque, aun teniendo envergadura, no estaba muy musculado; Sin embargo debía estar tonificado para poseer ese tacto. Se arrodilló en la alfombra para quitarme los vaqueros, al mismo tiempo me desabroché la blusa. Suerte que siempre reparo en mi ropa interior. Le atraje hacia mí para quitarle la camiseta, y él se puso de pie para quitarse los pantalones; lo que me dio una visión privilegiada de su cuerpo entero. Mi deseo aumento. Me mordí el labio. Él se tendió sobre mí y comenzó un baile de caricias y besos donde la estrella invitada era mi cuerpo. Cuerpo que ya se estaba contrayendo de placer. Debió de ser la falta de costumbre, pero estaba tan nerviosa y excitada que le aparté, incorporándome y sentándome a horcajadas encima de él. Ahora mis besos eran mucho más descontrolados. Noté que también estaba excitado. Y le propuse continuar nuestra función al dormitorio.
Me cogió y me llevó en brazos hasta la cama. No dejó de besarme hasta que me soltó sobre ella. Se tomo un respiro tumbándose encima de mí, me miró. La verdad es que yo también necesitaba un minuto para respirar. Eran tan verdes que parecían artificiales. Me beso más dulcemente en la boca, en mi cuello; mientras me acariciaba, suavemente, pero a la vez con avidez. Recorrió mi cuerpo con su boca, prestando más atención a mis pechos. Siguió bajando por mi cintura. Yo miraba el techo, intentando desconectar de la intensidad que transmitíamos. En algún momento se las había ingeniado para desnudarme por completo. Continuó hasta que llego a mi pelvis. Me beso los muslos, los mordisqueó. Entró en mí con su mano, su tacto era frío, pero el contraste me gustó. Me sentía húmeda, él lo notó, aumento un poco el ritmo. Jadeé, ya me costaba respirar. Me acarició con más ternura y me besó, aunque eso no me tranquilizaba en absoluto. Me saboreó sin prisas, como si el reloj se hubiera congelado. Sin darme cuenta estaba de nuevo frente a mí. Ya no era consciente del tiempo y el espacio.
- Eres… -intenté articular. Él me tapo la boca con la mano, evitando una avalancha de palabras incoherentes.
Se puso de pie y se quito los bóxer. Me concentré en él, pero me resultó extremadamente difícil no hacer comparaciones. Me besó de nuevo, tendido sobre mí, me apartó el pelo de la cara. Le hice girar para quedarme yo encima de él. Le acaricié el torso. Definitivamente estaba muy duro. Le besé el cuello, pero no me dejó seguir. Me colocó otra vez debajo y me penetró. Pude sentir que estaba igual de excitado que yo. Supo mantener el ritmo perfectamente. Me subió la pierna a su pecho y arremetió con insistencia. Me daba un poco de vergüenza, pero no pude evitar gemir. Realmente ya ni me oía a mí misma. Aumentó el ritmo, como si fuera capaz de seguir mi incontrolada respiración. De repente se paró, abrí los ojos. Me cogió por la cintura y me sentó encima de él sin dejar de moverse. Me colocó las caderas un poco más atrás, y tuve que apoyarme en la cama para no caerme. Aumento aún más el ritmo, ¿eso es posible? Y estalló embriagándome el éxtasis más puro y más consistente que había sentido nunca.
Me tumbé desfallecida en la cama, sumergida en mi paz interior. Ahora no me importaba si era un desconocido, si era un ladrón o lo que fuera… Sólo estábamos él, yo y esta cama. Fuera de estas cuatro paredes podía estallar una guerra ahora mismo que yo no me iba a levantar. J.M. me miró, sonriendo.
- ¿Te ha gustado? –preguntó acariciándome la mano, tumbándose a mi lado.
- ¿Bromeas? Creo que todo el edificio se ha enterado de todo lo que me ha gustado –contesté, tenía la boca seca e iba poco a poco recuperando el aire.
- Te traeré agua.
Tras beber, nos dormimos profundamente abrazados el uno al otro.
La luz ya entraba por las persianas cuando me desperté. Como si me hubiese sentido J.M. abrió los ojos y me abrazó.
- Buenos días –le besé.- Son las diez, ¿quieres desayunar? –Él se desperezó y negó con la cabeza.- Pues yo necesito un café.
Me levanté y fui a la cocina. Me calenté el desayuno mientras J.M. estaba en el baño, se estaría duchando porque me dio tiempo a terminarlo antes de que saliera. Dejé los cacharros en el fregadero y cuando me volví ya estaba en el salón. Me apoyé en la barra americana que nos separaba. Me puse seria, era hora de volver a la realidad.
- ¿Qué piensas hacer? –noté un ligero tono de preocupación en mi voz.
- Prefiero no pensar en eso ahora. ¿No lo has pasado bien conmigo? –asentí-. Entonces disfrutemos de lo que nos queda. –Bajé la mirada, negando con la cabeza- ¡Eh! Te dejaré en paz, me iré está mañana. –Me sujetaba el mentón-. Pero antes ven aquí.
Me besó, rodeé la cocina para abrazarle. Tenía una extraña sensación. La magia de por la noche se había esfumado. Por la mañana siempre se ven las cosas con otros ojos. Notaba un peso en el estómago, incertidumbre.
- ¿Y si no quiero que te vayas? –tuve el valor de decir.
- ¿Por qué? –Me miraba extrañado, como si le hablara en otro idioma- ¿Por qué quieres que me quede? Si no me conoces… No soy nada para ti.
- Lo sé, es raro… pero, siento… -No me dejó continuar, me puso sus manos en mi corazón, y me miró expectante.
- ¿Cómo puedes sentir algo por mí? –Habíamos vuelto a las preguntas ingenuas de anoche.
- ¿Te parece raro? –dije cogiéndole las manos-. No digo que esté enamorada de ti, no soy tonta. Pero, ha sido tan especial… -No pude evitar sonreír.
J.M. me cogió en brazos, esta vez como una princesa, y me llevó en volandas hasta la cama. De nuevo en nuestra guarida nos fundimos en besos. Habíamos abandonado el deseo salvaje de la noche anterior. Ahora lo hacíamos despacio, suave. Nos besamos sin dejar de abrazarnos, mirándonos a los ojos. Esa mañana me hizo el amor de la forma más romántica de toda mi vida. Fue preciso, detallista, yo intenté hacer lo mismo por él. Me dejó más que la noche anterior, y creo que logré hacerle disfrutar. La embriaguez duró muchísimo, como si nuestras esencias tampoco quisieran despegarse.
- Dime de qué huyes –dije volviéndome hacia él, me apoyé en su pecho.
- No quiero hacerte daño, es mejor que no lo sepas.
- Pero… -dudé- quizás pueda ayudarte.
- No, nadie puede ayudarme. –Me estrechó entre sus brazos.
Estuvimos flotando en nuestra nube sin movernos, sólo nos acompañaba el ritmo de nuestra respiración.
- ¿Eres feliz? –me preguntó de improviso. Le miré, ahora tenía los ojos más oscuros.
- Sí… -dije sonriendo. Me besó en la frente.
Dormitamos unos minutos. Volví a quedarme contemplando el techo. Nunca el silencio había sido tan placentero. Miré la hora, tenía que empezar a arreglarme si no quería llegar tarde a trabajar.
- Me voy a duchar –dije incorporándome, le miré, parecía ausente-. Puedes quedarte, no hace falta que te vayas ahora.
- No quiero darte problemas, me iré hoy.
- Como quieras –me levanté y me puse una camiseta, algo decepcionada.
- Gracias por todo lo que has hecho por mí. –Sus ojos volvían a brillar.
- Ha sido un placer –dije recuperando la sonrisa desde el cerco de la puerta-. No te vayas, salgo enseguida.
- Te espero en el salón.
La ducha me sentó genial, oí un ruido y supuse que había encendido la televisión. Me sequé el pelo y me maquillé ligeramente. Salí del baño y fui al dormitorio para vestirme. Con ropa limpia y oliendo a jabón llegué al salón. Un grito ahogado salió de mi garganta. J.M. estaba sentado como dijo, pero estaba… Le salía humo del oído derecho. Estaba desconectado.
Una lágrima corrió rebelde por mi mejilla. Los pensamientos se agolparon en mi cabeza. No había comido, ni bebido… Creía que sería capaz de distinguirlos. Era tan humano. Me arrodillé en el suelo junto a sus piernas. No podía ser cierto. Nunca había tenido la oportunidad de ver uno de ese tipo tan de cerca, por eso no lo diferencié. Por eso huía, era un rebelde. Mi cerebro se estrujaba intentando buscar todas las respuestas, cuando llamaron a la puerta. Me levanté conmocionada y abrí.
- Hola señora, ¿podemos pasar? Hemos recibido la señal de un robot defectuoso aquí.
- Sí, pasen. –Me hice a un lado para dejarles entrar. Eran cuatro. Dos se dedicaron a examinarle, mientras un tercero tomaba nota, el cuarto estaba delante de mí hablándome-. ¿Perdón, qué decía?
- Sí, la preguntaba que cómo era posible que haya llegado un robot de estas características a su salón.
- Pues verá… yo no sabía, creía que era… -¿un robot?- ¿Por qué ha escapado de sus dueños? –me atreví a preguntar.
- No es asunto suyo, pero lamentablemente la tirada a la que pertenece parece tener ciertos fallos.
- Pero… Es de los más caros, ¿no? ¿Para qué lo utilizaban?
- Era… digamos el entretenimiento de una señora rica. –Abrí los ojos de par en par-. Verá, se está avanzando mucho en esta materia, los más afortunados tienen los mejores ejemplares, y los más parecidos a los humanos; Sin embargo, como la he dicho ha habido problemas. Lamento muchos las molestias que le haya podido causar.
- Me engañó completamente –disimulé-. ¿Cómo puede manipular un robot?
- Están programados para saber las necesidades de su dueño, quizá por eso le haya parecido que la manipulaba, realmente sólo la estaría leyendo. Así pueden complacer a sus propietarios sin que haga falta que éstos lo expresen en voz alta. Pero estese tranquila, no dejan de ser máquinas por mucho que su apariencia diga lo contrario.
- Vaya, estoy un poco desconcertada –dije. Aunque era un gran eufemismo.
- Lo lamentamos mucho, será compensada por este incidente. Que tenga un buen día.
Como vinieron se fueron, llevándose con ellos lo que había sido J.M. No podía hablar más de la cuenta. Rápidamente las fuerzas de la ley te metían en su programa especial. Pero, dentro de mí sabía que las cosas se les estaban yendo de las manos. Me senté en el sofá. Me sequé las lágrimas que caían por mis mejillas. Veía robots todos los días, se encargaban de coger las llamadas en el trabajo, también había camareros, o asistentas. Pero, eran distintos, eran claramente máquinas. No como él. Ahora podía entender toda su actitud. Estaba huyendo de ellos. Había conseguido desconectarse durante horas, debía ser muy autónomo. Me absorbí la nariz. Dijeran lo que dijeran, pude sentir que no era una máquina. Sabía que estaba a punto de desconectarse por eso se despidió de mí. Eso no lo hace una máquina. Ahora entendía porqué no había comido ni bebido… porqué hacía ese tipo de preguntas. Cogí un pañuelo. ¿Cómo podían hacerles eso? Eran esclavos. Y, por lo menos J.M., tenían sentimientos.
Publicado en el Nº2 de la Revista Ánima Barda
Replicantes diseñados para proporcionar placer...
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato... que por no sé qué asociación de ideas me ha transportado a la oscura atmósfera de Blade Runner... y me ha recordado a Rachael y Deckard.
Me alegro que te haya gustado!! Es dificil separarse de la atmósfera creada por Philip en lo que androides se refiere. Pero mi J.M no es tan malo como Rachael ;)
EliminarUn saludo!