9 de junio de 2013

Libros no terminados: Reseña de Días de sangre y resplandor, de Laini Taylor.


Me niego a perder más tiempo. La segunda parte de Hija de humo y hueso se me ha hecho insufrible y soporífera, un sinsentido en el que seguir leyendo es un acto de masoquismo.

No se puede juzgar un libro sin terminar de leer, y otras chorradas por el estilo pensaréis muchos. Bien, desde aquí, humildemente, revindico lo que tan mal visto se tiene: no terminarse un libro.

Los habituales sabréis que siempre digo que tenemos poco tiempo para perderlo con bazofias, este es un ejemplo de ello. Y si bien he leído muchas reseñas donde dicen de este libro que: “lo mejor es el final”, me niego rotundamente a acabármelo. Porque un buen libro lo es en plenitud, donde haya un ritmo constante e in crescendo, donde los personajes evolucionen, donde haya una calidad literaria que se dé por sentada, donde todo esté justificado y ocurra por un motivo, donde la fluidez sea la principal premisa… y tantos y tantos valores que hacen de un conjunto de páginas un buen libro. Este no lo es. Y si añado que es una segunda parte de un libro que me gustó bastante y recomendé Hija de humo y hueso, el chasco es mayor.


Hace unos días leí a una amiga que un escritor en ciernes lee desde una perspectiva crítica. Por supuesto que sí, nadie es objetivo, pero hay límites. En mi caso, suelo señalar con lápiz frases malsonantes, erratas y lo que voy pensando del libro al final de un capítulo en plan: “¿Por qué pasa esto?”, “dramaboy”… Que luego, a la hora de reseñarlo, obvio y juzgo sólo por el grado de entretenimiento y la trama o la historia en sí. No suelo ser quisquillosa con detalles puntillosos.

Sin embargo, este libro se pasa de castaño oscuro y se convierte en negro. Lo empecé en marzo (me lo compré cuando salió deseosa de continuar con Karou y compañía, craso error), y me he engañado a mí misma diciéndome una y otra vez: “venga, termínalo”. Pero no, las lecturas se acumulan, afortunadamente mejores que esta, y hay que hacer un filtro y priorizar. Días de sangre y resplandor es un ejemplo perfecto de “las segundas partes nunca fueron buenas”, ni menos necesarias, me permito añadir.

Aviso, si no os habéis leído el primero y pensáis hacerlo, dejad de leer la reseña, porque para ilustrar y justificar mi enfado tengo que compararlo con su antecesor, para que veáis que la incoherencia es el plato fuerte del libro.

Recuerdo que en el primer libro lo que más pesado se me hizo fue el final, donde Madrigal contaba cómo se había enamorado de Akiva, etc. Karou, por su parte, me gustaba mucho como personaje, creo que dije que no me pareció muy petarda para ser la protagonista femenina de un libro juvenil. Esto desaparece en este libro. Toma el mando Madrigal, una Madrigal para nada luchadora como nos hizo creer falsamente su antecesor. No encuentro, y mira que me esfuerzo, ninguna justificación para explicar que Karou se convierta en resucitadora a las órdenes de quien la mandó ejecutar siendo Madrigal. Por muy en deuda que se sienta con los de su especie. Ella no es así, o por lo menos en el primer libro no era así. Y si accediera, lo haría siendo mordaz, no limitándose a un cuarto en una torre sin voz ni voto, dejando que todos murmuren y la quieran ver muerta de nuevo por traidora… En fin, ningún sentido argumental válido encuentro en esto.

Lamentablemente no acaba ahí el despropósito de esta pérdida de dinero. Laini Taylor le ha parecido una buena opción introducir personajes arbitrarios, sin apenas relevancia, y sin una implicación real con el lector. Se me ocurren dos ejemplos. Las cervatillas, que luego salva Akiva, a las que dedica capítulos enteros. Pero, lo que más me ha llamado la atención, es que habla de un personaje, Ziri, que Karou de repente se acuerda de él porque Madrigal se crió con él, como si le conociéramos de los dos libros. Y de repente obtiene mucha relevancia y le da mucha importancia sin haber creado el vínculo con el lector.

El único coherente es Thiago, el lobo, que es igual que en el primer libro, el resto… Con lo que me gustaba Zuzana, ¡qué chasco!

En definitiva, creo que con doscientas cincuenta y dos páginas leídas puedo afirmar, sin equivocarme, que la autora se ha perdido en su mundo, creando una guerra, o una reconquista más bien, donde ambos ejércitos (quimeras y serafines) van dando tumbos hasta un final, por lo visto inesperado. Y digo yo, no hace falta hacer un mal libro para conseguir un vuelco o un sorprendente desenlace, de hecho, es una técnica un tanto… reprochable. Porque es lógico que te parezca un buen final si el resto es bazofia.

Se lee por placer, no por la obligación de terminarlo.


¡Juzga por ti mismo! 

3 comentarios:

  1. Me parece poco profesional de tu parte criticar un libro sin haberlo acabado.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Dios me libre de ser profesional, objetiva, y de comentar desde el anonimato.

      Eliminar
  2. Hola...
    A mi el primer libro no me pareció la gran cosa, incluso pensé que estaba muy mal redactado y había muchos capítulos que sobraban. Ademas, Madrigal arruinaba por completo a Karou (que era genial como protagonista). Y en esta segunda parte, sigo pensando lo mismo, Madrigal es un personaje horrible que debió permanecer muerto, y casi todos los capítulos sobran.
    ¡saludos!

    ResponderEliminar

Copyright © 2014 No me gustan los números