Camino de las estatuillas: Crítica de The imitation Game, de Morten Tyldum. A lo fácil.
El biopic de Alan Turing podría haber sido
una mejor película si no hubiese caído en el drama fácil y en recursos manidos.
Aun así, cumple su función y nos brinda a un espectacular Benedict Cumberbatch, que ya sabemos lo bien que le van los personajes excéntricos.
Esta película me apetecía más que La
teoría del todo, y aprovecho para reclamar historias originales y dejarse de
tanto biopic para ganar premios. Continúo. Tenía más ganas de verla que la de
Stephen Hawking, por lo que quizá me ha decepcionado un poco.
La sombra de Una mente maravillosa se
cernía sobre mi memoria, y el recuerdo que tengo de esa película no se ha visto
superado por The imitation Game. Aunque han intentado amenizar y darle un toque
de suspense a la historia no maquilla lo que realmente es, una buscadora de
premios con un discurso fácil en contra del sometimiento que sufrieron los
homosexuales en el Reino Unido. Y bueno, sí, que ahora la segunda Guerra
Mundial la ganaron los británicos. Pero eso es secundario.
Nos encontramos con un pobre genio
incomprendido, gay, al que le hacen bullying en el cole y no tiene familia
aparentemente. Cuando le contrata, junto a varios compañeros, el MI6 para
descifrar Enigma, él se recluye en sí mismo y se niega a trabajar en equipo
alegando que son todos unos inútiles. Lo de siempre, vamos. Hasta que aparece
la chica en cuestión, esta vez encarnada por una Keira Knightley que no termina
de brillar, y le enseña a tratar con la gente. Entonces sí, todos se vuelven
amiguitos y descifran Enigma. ¿Cuál será la moraleja de esto?
Pero al margen de la historia que es
correcta y entretenida, lo que menos me ha gustado son las técnicas de cámara
que utiliza Morten Tyldum. Una que me ha llamado la atención, por poner un
ejemplo, es en una escena donde tienen seis minutos para hacer un crucigrama,
pues la cámara se mueve para hacernos ver que pasa el tiempo de un examen, pero
aparentando pasar más que los seis minutos que tienen.
Tampoco me han gustado los planos cortos
de miradas para enfatizar el dramatismo, o las pausas narrativas en medio de
una frase tan predecible que sabes cómo la va a continuar el personaje.
Por eso digo que han tirado a lo fácil. Al
drama fácil, a los recursos narrativos manidos, a la tensión entre los
personajes más que previsible. Porque los personajes que acompañan a Benedict y
a Keira son grandes secundarios como Charles Dance, Mark Strong o el siempre
elegante Matthew Goode, pero éstos no tienen papeles relevantes, son
secundarios y todos sabemos lo que van a hacer; y no se debe al realismo de la
película sino a los recursos narrativos simplones (que dan pistas visuales).
Con
lo cual, destacaría de esta película la interpretación de Benedict,
porque realmente lo hace genial además de ser un excéntrico, hace muy bien de rarito
en general; y aunque suene muy Sherlock el personaje no tiene nada que ver,
salvo que es brillante, con su homólogo.
Por tanto la única nominación que vería
justificada es si se llevará el premio Benedict como mejor actor, con respeto
de sus contrincantes. Porque no es la mejor película, con el mejor guión y
Keira como actriz de reparto no me convence. Veremos qué pasa esta noche.
¡Juzga por ti mismo!
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