17 de julio de 2017

Crítica: The handmaid's tale, El cuento de la criada, 1º temporada. En vena.


Me iba de vacaciones y me tenía que llevar unas series. Y me ha encantado. ¿Distopía feminista? Sí. ¿Una buena serie? También. ¿Espantada por tener que esperar una segunda temporada? Mucho. ¿Buscando el libro para leer y disfrutar mejor del mundo de Margaret Atwood? Por supuesto.

No sabía nada de esta serie y, por la intro, en mute, pensaba que eran monjas —¿qué? Podían ser monjas de rojo perfectamente—. Así que, para quien nada en la ignorancia de la sobreinformación os voy a contar a grandes rasgos de qué va, y luego ya paso a las opiniones.

La primera escena muestra a la protagonista, June, con su marido y su hija huyendo de algo. El arte (coche, vestuario, color) es muy retro, así que digamos que es bastante atemporal. Las cogen y salta a ella vestida «de monja».
Y es que estamos en un futuro próximo, en una posguerra, donde por la contaminación es casi imposible tener hijos, y, aprovechando la coyuntura política, se instaura una ley marcial que desemboca en una dictadura. Una dictadura teocrática donde las mujeres fértiles son obligadas a servir a la nación, ofreciendo sus servicios para quedarse embarazadas y proporcionar hijos a los dirigentes. Ellas son sirvientas, criadas. Para que no parezca extremadamente desalmado, se amparan en la Biblia (tras perseguir y matar a todos los religiosos) y recitan el Génesis cada vez que tiene que yacer alguna criada con su señor. Esa es la base, y la serie se centra en una de las criadas, en cómo es su vida y lo que intenta hacer para escapar.


Aunque abusan de los primeros planos, sobre todo de Elizabeth Moss, está cuidada al detalle. El ritmo de la narración, lo que muestran, lo que no muestran, el arte, la fotografía, el reparto... Es un lujo. Para ampliarnos el marco, desde el primer episodio se han apoyado en los flashbacks. Sabéis que no soy nada amiga de este recurso, pero aquí necesitamos ampliar el marco, saber cómo han llegado hasta ahí, que es realmente lo más interesante de una distopía. Porque está muy bien que nos cuente cómo es ese nuevo mundo, cómo está establecido, su funcionamiento... pero cómo han llegado desde lo normal que hoy conocemos hasta eso es lo realmente interesante. Es lo que nos hace decirnos: «joder, pues no es nada descabellado». Con los flashbacks nos van dando esa información, poco a poco. En el único capítulo que me parece que han abusado de esto es en el de Luke, el séptimo. Pero no iba a ser perfecto.

Los personajes están muy bien dirigidos y muy bien interpretados. Empezando por Elizabeth Moss y terminando por Ann Dowd, Tía Lydia, esa mujer es fantástica, qué miedo. Ninguno chirría, todos son creíbles. Desde la histriónica Janine hasta la siempre comedida Serena.
Todos los personajes tienen algo, un toque personal, están muy bien construidos y bien desarrollados, dejando el suficiente espacio a la posible sorpresa, al suspense, volviéndolos a todos, a su modo, tan humanos que resultan impredecibles. Unos más que otros, claro está. Pero con muchos tienes la sensación de que van a explotar y la van a liar parda, así dicho llanamente.

Como buena distopía tiene mucho espacio para la reflexión. Parte de una simple pregunta ¿seríamos capaces de llegar a eso? Y lo chungo es que, como cualquier buena distopía, la respuesta es afirmativa. Que aunque parezca muy descabellado es demasiado posible. Y la serie lleva muy bien esta carga, porque no te sermonea ni abusa del moralismo fácil, te va enseñando el pastel porción a porción, pero no toma ningún trozo, no juzga, intenta acercarnos las dos perspectivas, la dominada y la dominante, y ahí es donde está lo más interesante. En entender a la persona o personas que han permitido que se llegue a eso porque lo ven totalmente justificado y positivo, porque creen en el fin.

Al igual que me ocurrió con Big Little Lies, en esta serie da gusto cómo se relacionan las mujeres entre ellas. Aunque estamos ante situaciones límite en muchas ocasiones, hay muchísimos ejemplos de amistad y sororidad. Evidentemente el del último capítulo en relación con Janine, el personaje de Madeline Brewer, todas se ponen de acuerdo, y quien hace de detonante no es la protagonista, que hubiera sido lo previsible, sino la que parece más «conforme» con el sistema. En fin, que da gusto ver a mujeres tener diálogos que no estén relacionados con situaciones amorosas que, lamentablemente, es lo más habitual.


Me sorprende leer por ahí que esta serie es densa, sesuda... Seré rara, pero no me ha parecido ni lo uno ni lo otro. Tiene muy buen ritmo y manejan los cliffhangers de maravilla. Te deja con ganas de más en todos los capítulos. Y en el último con ganas de más temporada, claro. Puede que sea yo, que soy muy subjetiva si me presentan una distopía buena y bien hecha.

Por redonda (en cuanto a trama, personajes, fotografía y originalidad), es mi favorita a los Emmy, con todo el respeto a Stranger Things y This is Us.

Ya tengo el libro, ya os diré qué prefiero, en qué se diferencian y todo eso. Pero esto es la serie, y es una serie muy obligatoria.
¡Juzga por ti mismo!

0 comentarios:

Publicar un comentario

Copyright © 2014 No me gustan los números