Daisy & Gatsby
La tarde antes de partir hacia Europa tuvo a Daisy entre sus brazos mucho tiempo, en silencio. Era un día frío de otoño, había fuego en la chimenea, y ella tenía las mejillas encendidas. De vez en cuando se movía, y él cambiaba ligeramente el brazo de postura y en cierto momento le beso el pelo oscuro y resplandeciente. La tarde les había concedido un instante de tranquilidad, como para dejarles un recuerdo muy hondo antes de la larga separación que prometía el día siguiente. Nunca se había sentido tan cerca en su mes de amor, nunca se habían entendido tan profundamente, como cuando ella, en silencio, rozaba con los labios la hombrera del uniforme, o cuando él la tocaba con cuidado la punta de los dedos, como si estuviera dormida.
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