10 de abril de 2015

Crónica: SanSan Festival 2015. Mucha música y mucho frío.


Esta Semana Santa el SanSan festival celebró su segunda edición y allí que fui. Al ser en Gandía lo que menos me esperaba era el frío. Sí, la música estuvo bien.

Eran muchos los artistas que quería ver, mis musts eran Sidonie y Carlos Sadness que nunca los había visto en directo. El camino al recinto resultó ser… precario. Lo denominamos camino mínimo, por la Isla Mínima —las semejanzas eran cuantiosas—, y allí que fuimos. El jueves nos pusimos nuestras ropas de festival (frescas) y nos encaminamos a disfrutar de Sidonie y de Izal.


Lo de Sidonie es de otro mundo. Rezuman tablas y experiencia, fue un concierto espectacular con esa bandera canadiense deslumbrándonos en la parte de atrás del escenario. Eligieron muy bien el repertorio teniendo más peso, evidentemente, las últimas canciones que componen Sierra y Canadá, pero no renunciando a los clásicos que levantaron a todo el personal, como Fascinado, el Incendio o Por ti. Aunque el momentazo del concierto fue cuando subieron a hombros a Marc Ros y se paseó entre el público mientras cantaba impecablemente Un día de mierda. Sin duda a partir de ahora no me perderé ni un concierto suyo. Además el rollito que llevan de guays, cools… es genial.


Izal, qué decir de Izal. Lleno absoluto y máxima expectación. Por supuesto no defraudó, y otras frases hechas. Mikel es fantástico en directo, además sus canciones acompañan porque te hacen saltar, bailar, son buenrollistas. Acostumbrados al nivelazo de Izal este fue un concierto más.



Yo por el jueves ya tuve bastante. Aunque Dinero me tentaba el viaje de esa mañana, el atasco y el frío que hacía, porque hacía un puto frío de narices, hicieron que me retirara. Era el primer día, había que dosificarse.

Porque el viernes iba a ser un día largo. Ese día nos abrigamos más. Fuimos prontito y la verdad que desde aquí, con humildad, hago un profundo llamamiento para que hagan conciertos más pronto, porque al ser semana santa las tardes son estupendas ya que no hace calor, y se estaba maravillosamente. Y si algún año hace más calor, el recinto está preparado para ello con las palmeritas. Creo que eso estuvo desaprovechado, porque todos los conciertos, los gordos, eran a la 1.00, y eso es tardísimo, es como horario de verano en «invierno».

Bueno, llegamos pronto y vimos a Dorian, que iba acompañado de una orquestaza. Es que los violines y demás suenan de maravilla. Sin embargo, no terminó de convencerme la actuación. Creo que el repertorio no estaba para nada bien elegido. Sonaron muchas canciones lentas juntas y, claro, el personal hablando, importándole bien poco lo de encima del escenario. Eso sí, cuando sonaron los primeros acordes de A cualquier otra parte todo el mundo saltando. Es innegable la labor de Dorian por el indie pop nacional, pero también es indudable que los que vienen detrás, «los nuevos», son mejores, con un estilo mejor definido y con mejor voz.

Después fue el turno de L.A., que en cuanto a calidad fueron intachables, sonaron increíbles. Pero de un concierto no solo se espera buena calidad, yo espero un contacto más directo con el cantante, con el grupo, que nos animen… Eso no lo encontré en L.A., este tío se debe de creer por encima de eso, muy profesional, sí, pero aburrido.

Menos mal que esta carencia quedó mitigada con Mucho. Los de Toledo son espectaculares. El escenario Masters se les quedó pequeño. El rock cósmico de Mucho y las bromas de Martí levantaron al público, este tío no puede tener más carisma, todo eso sin renunciar a una impecable calidad. Y es que estos chicos siempre suenan bien, siempre.


Y tras comernos un perrazo —porque la oferta de restauración del festival era estupenda, mucha variedad y precios estándar— llegó el plato fuerte (e, e, e) Supersubmarina, que abrió el concierto con Samurái. Quizás sea muy crítica, o que he visto demasiadas veces a los de Baeza, pero no estuvieron todo lo bien que cabía esperar. Partiendo de un nivel alto, por supuesto. Hubo algunos pitos, no sonaron tan bien como siempre. Aun así, con el combo wombo del final con el que cierran ya todos sus conciertos (Tecnicolor, Cientocero, Puta vida, En mis venas…) acabas en lo alto, soltando el estómago por la boca de tanto saltar. Me lo pasé estupendamente en el concierto, que de eso se trata.

También quería ver a Bravo Fisher, pero acabó a la vez que Supersubmarina así que me quedé con las ganas. Y tras eso cerré el viernes.


El sábado era el día grande, el intenso. Llegamos recién comidos para ver a Carlos Sadness, que para mí resultó ser la sorpresa del festival, cumplió y superó todas mis expectativas. Porque sus canciones no es que sean lo más animado del mundo, más bien al revés, pero el tío hace que te vengas arriba, te levanta, y además derrochó simpatía, bailó, se soltó ese pelazo… Se lo pasó bien en el escenario, que me encantan esos artistas. Sobre todo en un festival, que dejan el «ser profesional» a un lado y se dedican a pasárselo bien, y eso se acaba contagiando. Soy fan, muy fan.

Jero Romero por el contrario no fue así, y él que también tiene canciones más paraditas pues… estuvimos sentaditos, cómodos, escuchándole. Además el tío tampoco es que hablara. Y eso es algo que no entiendo, joder, estás ahí arriba, quiero oírte, conocerte, no solo escucharte cantar, pues nada.

Y después de Jero vino mi mayor decepción del festival: La habitación Roja. Les había visto una vez en Madrid, y el tipo no me cayó nada bien, por su acidez en los comentarios, digamos que es lo opuesto a buenrrollista. Pues eso se reafirmó aún más con la actuación que brindó en el SanSan, hablando a veces en valenciano (tío, es un festival, va gente de todas partes, ¿por qué discriminas?). Porque si vas de festival, como artista siempre tienes la duda de si los que están ahí abajo te están viendo de verdad o solo están pasando el rato hasta otro artista, así que de cualquiera de las maneras tú te preparas un repertorio con tus canciones más representativas, más susceptibles de ser conocidas por todos. Pues no es lo que pensó el señor este. Las primeras cinco canciones nos las conocía ni Peter Parker, y claro, así no te ganas al respetable. Tronco, que no es que seamos muy exigentes, pero la gente se aburrió. ¿Y qué hicieron? Pues comer, beber y cambiarse de escenario y volver solo cuando sonó Ayer. Anda y que les furcien. Prepararon una actuación de sala, para fans acérrimos.

Pero tranquilos, esa fue la gran decepción, Anni B Sweet fiel a su estilo llenó el patio del escenario Masters. La verdad es que es un placer escucharla, aunque se me hace un poco aburrida. Qué os voy a decir, soy más de Second. Y ahí nos fuimos a saltar y bailar con Second. Con las expectativas altas, sabiendo cómo son los murcianos, no defraudaron. Eso es un repertorio. Un amigo me dijo: «¿Pero Second tiene tantas canciones movidas?», la respuesta es no, pero es que cuando un cantante se entrega, te llega. Y eso es lo que ocurrió, el público respondimos entregándonos a él a su vez. El momento álgido se lo llevó cuando aunaron en una mezcla maravillosa Rodamos y No gires de Varry Brava, qué manera de saltar. Espectacular.



Lo peor del sábado, el parón. Después de Second a la organización se le ocurrió poner a pinchar a Lori Meyers, a las 00.05. Y digo, ¿no hubiese sido mejor cambiarle el puesto a Varry Brava? Joder si hubiera sido mejor, ya te digo. En fin. A mí me entró el bajón y el frío que hacía no ayudó en absoluto. Mira que me quería quedar a ver a los Kakkmaddafakka, pero no aguanté y me fui, dando por cerrado un buen festival que hubiera sido perfecto si hubiesen adelantado las actuaciones y no hubiese hecho tanto frío (aunque lo último no podamos contralarlo).

Puede que al año que viene repita. Eso sí, con abrigo y en zona VIP, que esta sí merece la pena, no el despropósito del Alhambra Sound. 

¡Disfrutad!

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