Crónica: SanSan Festival 2015. Mucha música y mucho frío.
Esta Semana Santa el SanSan festival
celebró su segunda edición y allí que fui. Al ser en Gandía lo que menos me
esperaba era el frío. Sí, la música estuvo bien.
Eran muchos los artistas que quería ver,
mis musts eran Sidonie y Carlos
Sadness que nunca los había visto en directo. El camino al recinto resultó ser…
precario. Lo denominamos camino mínimo, por la Isla Mínima —las semejanzas eran
cuantiosas—, y allí que fuimos. El jueves nos pusimos nuestras ropas de
festival (frescas) y nos encaminamos a disfrutar de Sidonie y de Izal.
Lo de Sidonie es de otro mundo. Rezuman
tablas y experiencia, fue un concierto espectacular con esa bandera canadiense
deslumbrándonos en la parte de atrás del escenario. Eligieron muy bien el
repertorio teniendo más peso, evidentemente, las últimas canciones que componen
Sierra y Canadá, pero no renunciando a los clásicos que levantaron a todo el
personal, como Fascinado, el Incendio o Por ti. Aunque el momentazo del
concierto fue cuando subieron a hombros a Marc Ros y se paseó entre el público
mientras cantaba impecablemente Un día de mierda. Sin duda a partir de ahora no
me perderé ni un concierto suyo. Además el rollito que llevan de guays, cools…
es genial.
Yo por el jueves ya tuve bastante. Aunque
Dinero me tentaba el viaje de esa mañana, el atasco y el frío que hacía, porque
hacía un puto frío de narices, hicieron que me retirara. Era el primer día, había
que dosificarse.
Porque el viernes iba a ser un día largo.
Ese día nos abrigamos más. Fuimos prontito y la verdad que desde aquí, con
humildad, hago un profundo llamamiento para que hagan conciertos más pronto,
porque al ser semana santa las tardes son estupendas ya que no hace calor, y se
estaba maravillosamente. Y si algún año hace más calor, el recinto está preparado
para ello con las palmeritas. Creo que eso estuvo desaprovechado, porque todos
los conciertos, los gordos, eran a la 1.00, y eso es tardísimo, es como horario
de verano en «invierno».
Bueno, llegamos pronto y vimos a Dorian, que
iba acompañado de una orquestaza. Es que los violines y demás suenan de
maravilla. Sin embargo, no terminó de convencerme la actuación. Creo que el
repertorio no estaba para nada bien elegido. Sonaron muchas canciones lentas
juntas y, claro, el personal hablando, importándole bien poco lo de encima del
escenario. Eso sí, cuando sonaron los primeros acordes de A cualquier otra
parte todo el mundo saltando. Es innegable la labor de Dorian por el indie pop
nacional, pero también es indudable que los que vienen detrás, «los nuevos»,
son mejores, con un estilo mejor definido y con mejor voz.
Después fue el turno de L.A., que en
cuanto a calidad fueron intachables, sonaron increíbles. Pero de un concierto
no solo se espera buena calidad, yo espero un contacto más directo con el
cantante, con el grupo, que nos animen… Eso no lo encontré en L.A., este tío se
debe de creer por encima de eso, muy profesional, sí, pero aburrido.
Menos mal que esta carencia quedó mitigada
con Mucho. Los de Toledo son espectaculares. El escenario Masters se les quedó
pequeño. El rock cósmico de Mucho y las bromas de Martí levantaron al público,
este tío no puede tener más carisma, todo eso sin renunciar a una impecable
calidad. Y es que estos chicos siempre suenan bien, siempre.
Y tras comernos un perrazo —porque la
oferta de restauración del festival era estupenda, mucha variedad y precios
estándar— llegó el plato fuerte (e, e, e) Supersubmarina, que abrió el
concierto con Samurái. Quizás sea muy
crítica, o que he visto demasiadas veces a los de Baeza, pero no estuvieron
todo lo bien que cabía esperar. Partiendo de un nivel alto, por supuesto. Hubo
algunos pitos, no sonaron tan bien como siempre. Aun así, con el combo wombo
del final con el que cierran ya todos sus conciertos (Tecnicolor, Cientocero,
Puta vida, En mis venas…) acabas en lo alto, soltando el estómago por la boca
de tanto saltar. Me lo pasé estupendamente en el concierto, que de eso se trata.
También quería ver a Bravo Fisher, pero
acabó a la vez que Supersubmarina así que me quedé con las ganas. Y tras eso
cerré el viernes.
El sábado era el día grande, el intenso.
Llegamos recién comidos para ver a Carlos Sadness, que para mí resultó ser la
sorpresa del festival, cumplió y superó todas mis expectativas. Porque sus
canciones no es que sean lo más animado del mundo, más bien al revés, pero el
tío hace que te vengas arriba, te levanta, y además derrochó simpatía, bailó,
se soltó ese pelazo… Se lo pasó bien en el escenario, que me encantan esos
artistas. Sobre todo en un festival, que dejan el «ser profesional» a un lado y
se dedican a pasárselo bien, y eso se acaba contagiando. Soy fan, muy fan.
Jero Romero por el contrario no fue así, y
él que también tiene canciones más paraditas pues… estuvimos sentaditos,
cómodos, escuchándole. Además el tío tampoco es que hablara. Y eso es algo que
no entiendo, joder, estás ahí arriba, quiero oírte, conocerte, no solo
escucharte cantar, pues nada.
Y después de Jero vino mi mayor decepción
del festival: La habitación Roja. Les había visto una vez en Madrid, y el tipo
no me cayó nada bien, por su acidez en los comentarios, digamos que es lo
opuesto a buenrrollista. Pues eso se reafirmó aún más con la actuación que
brindó en el SanSan, hablando a veces en valenciano (tío, es un festival, va gente de todas partes, ¿por qué discriminas?). Porque si vas de festival, como artista siempre tienes la
duda de si los que están ahí abajo te están viendo de verdad o solo están
pasando el rato hasta otro artista, así que de cualquiera de las maneras tú te
preparas un repertorio con tus canciones más representativas, más susceptibles
de ser conocidas por todos. Pues no es lo que pensó el señor este. Las primeras
cinco canciones nos las conocía ni Peter Parker, y claro, así no te ganas al
respetable. Tronco, que no es que seamos muy exigentes, pero la gente se
aburrió. ¿Y qué hicieron? Pues comer, beber y cambiarse de escenario y volver
solo cuando sonó Ayer. Anda y que les furcien. Prepararon una actuación de
sala, para fans acérrimos.
Pero tranquilos, esa fue la gran decepción,
Anni B Sweet fiel a su estilo llenó el patio del escenario Masters. La verdad
es que es un placer escucharla, aunque se me hace un poco aburrida. Qué os voy
a decir, soy más de Second. Y ahí nos fuimos a saltar y bailar con Second. Con
las expectativas altas, sabiendo cómo son los murcianos, no defraudaron. Eso es
un repertorio. Un amigo me dijo: «¿Pero Second tiene tantas canciones
movidas?», la respuesta es no, pero es que cuando un cantante se entrega, te
llega. Y eso es lo que ocurrió, el público respondimos entregándonos a él a su
vez. El momento álgido se lo llevó cuando aunaron en una mezcla maravillosa
Rodamos y No gires de Varry Brava, qué manera de saltar. Espectacular.
Lo peor del sábado, el parón. Después de
Second a la organización se le ocurrió poner a pinchar a Lori Meyers, a las
00.05. Y digo, ¿no hubiese sido mejor cambiarle el puesto a Varry Brava? Joder
si hubiera sido mejor, ya te digo. En fin. A mí me entró el bajón y el frío que
hacía no ayudó en absoluto. Mira que me quería quedar a ver a los
Kakkmaddafakka, pero no aguanté y me fui, dando por cerrado un buen festival
que hubiera sido perfecto si hubiesen adelantado las actuaciones y no hubiese
hecho tanto frío (aunque lo último no podamos contralarlo).
¡Disfrutad!
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